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domingo, 23 de junio de 2013

Los jueces estrellados

  • Luis Pascual Estevill, Baltasar Garzón, Carlos Dívar, Javier Gómez de Liaño o Fernando Ferrín Calamita son jueces que, por unos u otros motivos, han sido apeados de la magistratura. 


  • Vera asegura que Garzón cobró en B de Defensa y de Interior 12.000 euros al mes para gastos

    Ya sea por exceso de celo o por cierto endiosamiento que les lleva a tomar atajos y saltarse las normas, algunos grandes jueces españoles han protagonizado descensos a los infiernos, que van desde el encarcelamiento a la inhabilitación, pasando por la obligada dimisión. No hay que olvidar que antes que estrellados, los jueces que han caído en desgracia fueron también estrellas, de ahí la permanente tentación de sentirse por encima de la ley. Bien es cierto que, en líneas generales, España no es un país que se distinga por un alto grado de corrupción en sus instancias judiciales – no así en otras áreas, como la política –, pero casos existen. Esta es una muestra de ellos. 

    El juez Estevill

    Luis Pascual Estevill (Tarragona, 1933) fue uno de los primeros jueces acusados de prevaricación en España y condenados a una pena de prisión. El juez Estevill fue condenado a nueve años de cárcel en 2006 por urdir una “insidiosa” trama de extorsión a los empresarios a los que investigaba como juez, en complicidad con el abogado Joan Piqué Vidal, que actuaba como defensor. Estevill se aprovechaba de la propia culpa de los industriales y banqueros cuyos casos llevaba y que a menudo contenían indicios de malas prácticas, en cualquier caso delitos menores para el calvario al que Estevill y Piqué les sometían. La de 2006 fue en realidad la tercera condena en firme del juez, que ya había sido inhabilitado por seis años y condenado por un delito fiscal anteriormente. 
    Estevill, a quien apodaban ‘el Lobo’, fue el juez estrella de Cataluña hasta su caída en desgracia, formó parte del Consejo General del Poder Judicial y saltó a la fama por casos como el de los pagarés falsos de la empresa BFP o el caso Macosa, un asunto de estafa donde aparecía Alberto Cortina. En 1993, en pleno apogeo de su fama, Estevill llegó a decir que en España, los únicos que sabían instruir eran Garzón, Moreiras y él.   
    De orígenes muy humildes pero gran viveza, Luis Pascual Estevill fue pastor de cabras en su niñez y no aprendería a leer hasta los 20 años. Se sacó la carrera de derecho a los 33 años y enseguida empezó a buscar la forma de prosperar, primero en política y después en el ejercicio de su profesión, como abogado mercantil, logrando sobresalir y entrar en la magistratura por la vía del cuarto turno, que está reservada para juristas de prestigio.

    Juez Garzón

    Baltasar Garzón (Jaén, 1955) es posiblemente el prototipo de juez estrella estrellado, una expresión que él mismo ha llegado a emplear en alguna ocasión. Mediático y desmesurado como pocos, la carrera de Garzón fue brillante en sus inicios, desde que se dio a conocer como juez de la Audiencia por sus casos contra ETA y contra el ‘narco’ gallego Laureano Oubiña en la ‘Operación Nécora’. 
    Luego llegaría la instrucción de los GAL, la más mediática de todas, pues envió a la cárcel a todo un secretario de Estado como Rafael Vera y hasta a un ministro como José Barrionuevo, aunque la cautividad de ambos fuera poco menos que testimonial. Un par de años antes, Garzón había entrado en las listas del PSOE siendo elegido diputado, pero no llegó a cumplir su ambición de ser ministro y salió de la política decepcionado. Como luego llegaría la causa de los GAL en pleno declive de Felipe González, algunos consideran que Garzón se tomó así la revancha por su fracaso en política. 
    A partir de entonces, todos los casos de Garzón fueron grandilocuentes. La causa contra Pinochet, Batasuna, el procesamiento a Bin Laden, el encausamiento a los crímenes del franquismo, Gürtel… Su caída en desgracia vino por tres de estas causas: una por investigar los crímenes del franquismo saltándose la Ley de Amnistía y pidiendo documentos tan surrealistas como el certificado de defunción del Franco. Otra por las escuchas ilegales a dos acusados del caso Gürtel cuando hablaban con sus abogados, vulnerando su derecho de privacidad y legítima defensa. Y la tercera por rechazar una querella contra el Santander, que previamente le había pagado unos cursos en el extranjero, lo que le aconsejaba inhibirse de la causa. 
    Acusado de prevaricación e inhabilitado por el caso Gürtel, Garzón es ahora asesor del Tribunal Internacional de La Haya, ejerce la abogacía con clientes tan conocidos como Julian Assange y hasta ha hecho sus pinitos como periodista en una cadena de televisión colombiana. 

    Carlos Dívar

    El caso de Carlos Dívar es uno de los que más daño ha hecho a la judicatura por ser a la vez presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Supremo y en definitiva, el tercer cargo del Estado español, tras el Rey y el presidente del Gobierno. Sin ser acusado de nada, pero bajo una sombra de sospecha que se fue alargando sin que diera al respecto una respuesta contundente, a Dívar le ‘dimitieron’ porque el tercer poder de nuestro estado tiene bula para gastar sin justificación, pero no debe hacerlo. Veinte viajes a Marbella, cenas en restaurantes, noches pagadas en hoteles… Nada de eso implica un gran precio a una escala estatal, pero sí un valor, el de la desconfianza.
    Hay quien dice que Carlos Dívar fue la venganza progresista por la inhabilitación de Garzón. Su perfil, extremadamente religioso y conservador, hacían de él la víctima perfecta. Cuando estaba en la Audiencia Nacional, cuentan que Dívar despedía a los etarras a los que encerraba con un: “que Dios te acompañe, rezaré por ti”. Los que le conocen bien aseguran además que no es una pose, que ha gastado buena parte de su tiempo libre en visitar a presos y ayudar a enfermos y drogadictos. 
    Juez a la antigua usanza, pulcro, elegante y educado, el estilo de Dívar está en las antípodas de la nueva hornada de jueces (Bermúdez, Pedraz, Marlaska o Ruz) que pueblan la Audiencia Nacional. Pero como ellos, antes de que su paso por el Consejo General del Poder Judicial terminara por ensuciar su carrera, Dívar fue un juez estrella de la Audiencia, llevando casos como el del sanguinario Comando Madrid de ETA.       

    Gómez de Liaño

    El juez orensano Javier Gómez de Liaño (1948) se metió en un jardín sin salida el día que empezó a tirar del hilo del caso Sogecable. En 1997, Liaño procesó al presidente del Grupo Prisa, Jesús Polanco, y al consejero delegado Juan Luis Cebrián, por entender que el grupo especulaba con la fianza que los clientes dejaban al adquirir el servicio que prestaba la plataforma de televisión de pago. La instrucción de Liaño no prosperó y un año después, Polanco acusó al juez de prevaricar. La querella de Polanco fue admitida y la cosa terminó con el juicio y la condena de Liaño, que fue apartado de la magistratura.   
    Unos meses después de la condena, el Gobierno de José María Aznar le concedería el indulto, pudiendo volver a la magistratura, aunque con un veto de 25 años a la Audiencia Nacional. Gómez de Liaño volvía a ser juez, si bien con ciertas limitaciones, pero el juez quiso limpiar también su nombre. A finales de 2003, el juez sufría un nuevo varapalo cuando el Constitucional denegaba su recurso de amparo. 
    Sin embargo el juez acudiría a la última instancia posible, el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, que resarció por fin a Liaño al reconocer que su juicio de inhabilitación no fue imparcial. La ansiada limpieza de su nombre le llegaba a Liaño en 2008 y los jueces de Estrasburgo sentenciaban por unanimidad que el tribunal que lo juzgó en España violó el artículo 6.1 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, esto es, el derecho del encausado a ser juzgado por un tribunal independiente e imparcial.

    El juez Calamita

    Fernando Ferrín Calamita es el último de los jueces españoles inhabilitados por prevaricación. En su caso, el Tribunal Supremo le condenó a diez años de inhabilitación por entender que retrasó intencionadamente los trámites de adopción de una pareja de lesbianas. La condena del Supremo endurece otra del Tribunal Superior de Justicia de Murcia que veía en la conducta de Calamita un “retardo malicioso”, para entender que el juez actuó por “desprecio a la orientación sexual”. 
    Si bien la condena de Ferrín Calamita ha sido recogida con “gran satisfacción” por colectivos feministas y homosexuales, también ha causado una respuesta de signo contrario y el ya ex juez cuenta incluso con una plataforma de apoyo que recauda dinero para que el juez pueda pagar las costas del juicio y la manutención de su familia durante la inhabilitación. No hay que olvidar que Fernando Ferrín Calamita, que era juez de Familia en Murcia, está casado y tiene siete hijos. 



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