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miércoles, 12 de junio de 2013

Este magistral art. lo ha publicado mi amigo Jordi Casas, el cual vosotros podéis acceder a su blog (en mis enlaces favoritos) cargado de variopintos temas y diversos los cuales, da gusto su lectura y pensamiento.
Un abrazo.

Gema

http://jorghaus.blogspot.com.es/


Explicando el factor de sostenibilidad

El pasado 7 de junio, el comité de expertos hizo público su informe sobre el factor de sostenibilidad a aplicar a las pensiones públicas. Es un informe de carácter muy técnico y difícil de asimilar por los no iniciados. Esto es un grave problema porque va a cargar el debate de los próximos meses con razones puramente ideológicas para rellenar los agujeros de conocimiento de gran parte de la clase política, generalmente analfabeta en materia estadística y matemática.

Es cierto que hay muchas maneras de abordar un problema económico y que ninguna es totalmente satisfactoria. Ello se debe a que hay que usar series estadísticas y extrapolarlas a medio y largo plazo, un ejercicio muy peligroso porque la economía, al no ser una ciencia exacta sino más bien adivinatoria, trabaja sobre variables que tienen una gran dosis de incertidumbre futura.

Pero además del grado de confianza que puedan tener las variables utilizadas, existe otro factor muy importante que jamás se puede tener en cuenta, ni siquiera por aproximación, respecto a los sucesos futuros. Me refiero al impacto de los sucesos altamente improbables, y que por definición, son excluidos de todos los modelos matemáticos de predicción, pero cuya aparición genera cambios radicalmente profundos e inesperados en cualquier proceso. Lo que Nassim Taleb,  en su obra fundamental homónima, denomina el cisne negro. Un libro que no me cansaré nunca de recomendar a todos quienes sientan interés por desnudar la irrelevancia de muchas de las decisiones, presuntamente "científicas" que se toman merced a complejísimos modelos matemáticos que no sirven de gran cosa. 

De ahí que surjan tantos chascarrillos sobre economistas que, a fin de cuentas, son vistos como los grandes especialistas en predecir el pasado. Pero asumiendo esta circunstancia, nos encontramos con que cualquier predicción efectuada sobre bases ideológicas, estará siempre sometida a los mismos vaivenes. La incertidumbre no es de izquierdas ni de derechas, es solamente un hecho más que condiciona nuestras vidas, las de todos. Tratar de suavizarla, de reducir sus efectos negativos, debería ser el principal objetivo de los líderes económicos. Lamentablemente, no suele ser así, y además, por mucho que algunos se esfuercen, se ven continuamente superados por los acontecimientos. Alan Greenspan, durante muchos años director de la reserva federal estadounidense y que fue uno de los hombres más poderosos -en cuanto a política económica- del planeta, ha reconocido públicamente que todavía no entiende del todo como se llegó a producir el crac del 2008. O sea....

Pero en definitiva, de lo que se trata es de acotar los males futuros de la mejor manera posible. Y por eso, aunque pueda haber muchos enfoques ideológicos distintos, lo cierto es que tenemos un número limitado de variables para acometer el espinoso tema del gasto en las pensiones. Lo elemental del caso se resume en que tenemos unos ingresos limitados pero calculables, un número de pensionistas predecible y un gasto medio en pensiones que se puede extrapolar a medio plazo si no sucede nada especialmente anómalo, estudiando la evolución de unas cuantas variables. Eso es lo que ha hecho el comité de expertos, con mejor o peor fortuna. Aludir a su vinculación con el sector financiero y otros oscuros intereses en cargarse las pensiones públicas no es más que una forma de eludir el problema. O sea que no vayamos a morder ese anzuelo, porque lo que interesa de verdad aquí es explicar en qué consiste el factor de sostenibilidad y si responde a un enfoque racional. 

Creo que hay un punto en el que todos, con independencia de nuestra adscripción política, podemos estar de acuerdo. En cualquier grupo social los principios de la economía a largo plazo funcionan de igual modo: conocer cuántos seremos, saber de cuanto dinero dispondremos, cómo lo repartiremos y finalmente como haremos frente a las eventualidades que, casi con toda certeza, se van a presentar. Si expresamos eso de forma matemática, tendremos un factor de sostenibilidad que nos indicará como debemos gestionar nuestro dinero año tras año, de forma que garanticemos la solvencia económica de nuestro grupo y la superación de los baches en los que nos podamos ver inmersos.

El factor de sostenibilidad que han recomendado los expertos contiene, de hecho, dos factores distintos. El primero, que han denominado factor de equidad intergeneracional, consiste en un ajuste simple sobre la esperanza de vida a lo largo de un período de años, comenzando por un año que se toma como base. Lo que se pretende con este factor es que el importe global de la pensión que perciban dos pensionistas promedio a lo largo de su vida sea el mismo con independencia de los años que viva su generación respectiva. Es decir, si pensionistas nacidos en 1949 tienen una esperanza de vida de 20 años adicionales a partir de los 65, y los nacidos en 1985 tienen una esperanza de vida adicional de 25 años a partir de que cumplan los 65, tenemos que éstos últimos cobrarán su pensión durante cinco años más. Sin embargo, en promedio, todos habrán cotizado el mismo tiempo. Es decir, los nacidos en 1985 cobrarán cinco años más de pensión que los de 1949, sin haber aportado más dinero por ello. 

Como el sistema es de reparto del dinero que se recauda entre los cotizantes de hoy entre los pensionistas de ayer, resulta evidente que ésa es una de las fuentes de agotamiento de los recursos, siempre que la esperanza de vida se vaya incrementando de forma paulatina. Hay pocas alternativas; una de ellas sería ir incrementando continuamente la edad de jubilación de modo que los nacidos en 1985 se jubilaran cinco años más tarde que los de 1949, y así sucesivamente. La otra alternativa, que es la que propone el comité de expertos, consiste en reducir la pensión inicial en un porcentaje que surge de una simple proporción entre la esperanza de vida en el año que se tome como referencia (que es el 2014) y el año en que uno se jubile. De este modo, según las tablas actuales, los nacidos en 1985 tendrán una pensión inicial que será el 81% de la pensión que corresponda a quien se jubile en 2014 con los mismos años cotizados y mismas bases de cotización equivalentes.

Para que eso sea así, es preciso que las tablas de inferencia de la esperanza de vida a largo plazo sean correctas, lo cual es mucho aventurar. Desde una epidemia que liquide a todos los mayores de 65 años, hasta una conflagración bélica que reduzca drásticamente la esperanza de vida de la población civil, pasando por cualquier suceso catastrófico imaginable. Supongamos una nueva enfermedad como el SIDA pero que afectara mucho más a los ancianos. En ese caso, la esperanza de vida a partir de los 65 años entraría en franca regresión, en cuyo caso, el factor de equidad intergeneracional podría llegar a ser superior a 1, con lo que la pensión inicial sería mayor, no menor, a la equivalente en 2014.

Este primer factor sólo se aplicará a las pensiones nuevas, a partir del momento en que entre en vigor. En cambio, la segunda parte del factor de sostenibilidad afectará a todas las pensiones, nuevas y antiguas, porque se refiere al equilibrio entre entradas y salidas del sistema. Se denomina factor de revalorización anual y es considerablemente más complejo que el anterior, pero se puede explicar en términos relativamente simples. Recurriré para ello a la analogía de una familia.

Una familia en crecimiento (en edad reproductiva) que quiera hacer previsiones sobre la estabilidad de su economía, debe tener en cuenta unos cuantos factores esenciales (hay muchos más, pero eso añadiría una complejidad enorme a los cálculos). El primero de ellos es la tasa a la que crecen los ingresos reales (es decir, teniendo en cuenta la inflación). Este concepto permite calcular cuánto más podremos gastar en bruto, pero de él hay que descontar otros conceptos que restan capacidad de gasto.

Uno de ellos es el número de personas que se incorporan al  sistema. La familia crece, porque se tienen más hijos, y ese factor resta capacidad de gasto por persona. No es lo mismo tener un  hijo que doce, sobre todo si el número de hijos crece a una tasa superior a la de los ingresos reales. En el sistema de pensiones sucede que la familia siempre crece, porque el número de pensionistas  aumenta mientras la población y la esperanza de vida se incrementen. Otro  concepto relacionado con el anterior es lo que se denomina tasa de sustitución. Hay hijos que abandonan el círculo familiar mientras otros nacen. Su gasto promedio es diferente, porque no cuesta lo mismo un hijo en edad escolar que uno que ya ha finalizado sus estudios universitarios. Lo mismo sucede con las pensiones, pero sistemáticamente las que abandonan el sistema por fallecimiento suelen ser inferiores a las que entran en él. Por tanto, esta tasa acostumbra a ser también negativa. 

Un tercer y último concepto puede ser positivo, negativo o neutro. Se refiere al balance final anual en euros de toda la familia. Si los ingresos son superiores a los gastos, el balance es positivo y se dispone de más dinero para cada uno de sus miembros. Si es al contrario, la familia tiene déficit, y se dispone de menos dinero para cada uno de sus miembros. Si se gasta justo lo que se ingresa, el balance es cero y la situación es de estabilidad. Este concepto puede ser tremendamente variable de año en año, y por eso, es bueno añadirle una corrección, que los expertos han denominado "coeficiente alfa", para periodificar esas variaciones de año en año. Dicho de otro modo, los saldos negativos se reparten entre diversos años para mitigar su impacto en la economía familiar y evitar su colapso. Y también los saldos positivos, para evitar incrementos del gasto en un año que no puedan sostenerse en años venideros. Lo que es como decir que no está nada bien comprarle un Porsche al primogénito si es posible que al año siguiente no podamos pagarle ni el seguro de coche.

La suma de estos cuatro conceptos (ingresos reales, número de pensionistas, sustitución de las pensiones medias y saldo de ingresos y gastos) conforman el factor de revalorización anual. Se expresan en forma de tasas medias anuales, y para evitar oscilaciones bruscas de cada una de ellas, no se toman las de cada año en concreto, sino la de una serie impar de años, desde cinco o seis por detrás del año de jubilación hasta cinco o seis años por delante de dicha fecha, lo que dota al sistema de una considerable amortiguación. Es decir, que más que ser "la foto" de un año concreto, se refleja la evolución en un largo período de tiempo. 

En definitiva, es un sistema mucho más potente y equilibrado que el mero ajuste en función del IPC usado hasta ahora, porque el IPC no refleja el estado real de una economía, ni su evolución, ni su estabilidad. Si una familia incrementa el gasto anual en función exclusiva del IPC se puede encontrar en una situación de déficit muy fácilmente, De hecho, intuitivamente, nadie ajusta sus previsiones de gasto en función de esa variable (al menos nadie en su sano juicio). 

Ahora, lo que nos cabe esperar es que no nos aparezca ningún cisne negro que lo eche todo al traste. Después de todo, conviene que tengamos presente el azar, que siempre tiene la última palabra.


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