Los agentes de la KGB preguntaron a la religiosa si había visto al espía y le dieron su descripción. Ella les informa que no lo había visto. Cuando ya el peligro había pasado, el espía salió de debajo del vestido de la monja y se inició el siguiente diálogo:
-“Gracias, hermana, por haberme salvado de ser capturado por la KGB”.
-“Ha sido con mucho gusto, hijo”.
-“Tengo que decirle, hermana, que usted tiene unas piernas muy bonitas.... ¿Se dio usted cuenta del besito que le di en las pantorrillas?”
-“Claro, hijo”.
-“¿Sintió usted los besitos que le estampé en las piernas, antes de las rodillas?”
-“Claro, hijo”.
-“¿Sintió usted los besitos que le estampé en las piernas, antes de las rodillas?”
-“Sí, hijo”.
-“¿Notó cuando fui subiendo y le cubrí las piernas de besos, arriba de las rodillas?”
-“¿Notó cuando fui subiendo y le cubrí las piernas de besos, arriba de las rodillas?”
-“Sí, hijo”.
-“¿Qué hubiera sucedido si yo sigo subiendo, y subiendo y llenándola de besos?”
-“¡Pues que me hubieras besado los huevos, cabrón! ¡Yo también soy un espía!”
-“¿Qué hubiera sucedido si yo sigo subiendo, y subiendo y llenándola de besos?”
-“¡Pues que me hubieras besado los huevos, cabrón! ¡Yo también soy un espía!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario