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jueves, 11 de octubre de 2012

 Cuando la realidad jurídica supera a la ficción del cine (Expansión)


Jurados que van más allá de sus funciones o litigadores que arrancan una confesión en la sala... ¿Son posibles estos hechos cinematográficos en un tribunal de verdad?

Topos que cambian la opinión del jurado desde dentro atendiendo a presiones externas; gente aparentemente sencilla con un poder de reflexión y convicción que convence al resto; litigadores expertos que son capaces de hacer confesar a un testigo y convertirlo en imputado sin salir de la sala; pasantes de un bufete cuyo tesón puede llevar a una gran compañía a indemnizar a las víctimas de un gran delito ecológico...
La historia cinematográfica está jalonada de grandes películas que transcurren en la sala de un tribunal. A pesar de la jerga jurídica y la complicación técnica de los procesos, las historias de juicios se han convertido en un subgénero que cautiva a millones de espectadores, aunque sean legos en esta materia.
La cuestión es si esos episodios espectaculares pueden darse en la vida real –y en el sistema español– o son sólo trucos cinematográficos de abogados.
El “¿Ordenó usted el Código Rojo?” de un hábil Tom Cruise-Daniel Kaffee provoca la reacción de un airado Jack Nicholson-Coronel Nathan R. Jessup: En Algunos hombres buenos, Kafee grita a Jessup: “¡Quiero la verdad!”. La búsqueda de ésta aunque sea bajo presión lícita, siempre es posible en un juicio, según Purificación Pujol, jueza sustituta de Madrid Capital.
Sin embargo, Carlos Aguilar, jefe de Procesal de Albiñana & Suárez de Lezo, cree que el “¿Ordenó usted el Código Rojo?” es imposible en un tribunal español. Y si alguien intentara lo mismo que en la película no sería válido para incriminar a un testigo: “En Algunos hombres buenos, el personaje de Nicholson va a declarar como testigo, no como imputado, y un tribunal no permite a un testigo preguntas cuya respuesta sea autoinculpatoria”.
Aguilar añade que en el caso de un acusado, “en Estados Unidos, si éste pide declarar, está obligado a decir verdad, y si miente se le condena además por perjurio. En España el imputado tiene derecho a declarar, pero no se exige responsabilidad si falta a la verdad. En nuestro sistema jurídico, la declaración del imputado está separada de la declaración del testigo”.
Jurados
La institución del jurado popular también ha dado mucho juego en Hollywood. En películas como Doce hombres sin piedad aparece la figura del ciudadano corriente, el arquitecto al que da vida Henry Fonda, que obligará con sus argumentos a revisar las pruebas, convenciendo al resto del jurado de que sus dudas tienen fundamento. Purificación Pujol se refiere a la falta de capacidad de reflexión que se da en algunos jurados cuando estos deliberan, algo que impide ver los detalles que permiten averiguar la verdad. “En la película, el personaje de Henry Fonda hace reflexionar al resto. Se trata de un análisis de sentido común, aunque sea lego”.
En España la institución del jurado no tiene tanta tradición y el reconocimiento es menor. Carlos Aguilar sostiene que, “de todas formas, hay determinados casos de dificultad técnica que provocan situaciones difíciles a los miembros”. Miguel Moscardó, socio de Moscardó & Asociados, coincide en que esta institución no está suficientemente extendida en nuestro país como para que exista mucha experiencia. En todo caso, “el jurado decide la culpabilidad o no culpabilidad. El veredicto es del jurado y la sentencia, del juez”.
Además, Moscardó señala que, como en algunos casos cinematográficos, podrían darse presiones para torcer la voluntad de algunos miembros desde el exterior o internamente: “Los componentes del jurado son gente de la calle sin experiencia jurídica, y por tanto están abiertos a cualquier vinculación o relación con factores externos”.
En España, antes que casos espectaculares dignos del cine de abogados de Hollywood, se han dado algunos episodios polémicos o errores que luego han tenido que ser subsanados: es el caso de Mikel Otegi –militante de Jarrai que había asesinado a dos agentes de la Ertzaintza–, absuelto por un jurado popular; o el del asesinato de la joven de 19 años Rocío Wanninkhof. La detenida por el crimen fue una amiga de su madre, Dolores Vázquez, juzgada y condenada a 15 años de prisión por un jurado popular. Tras descubrirse que un asesino en serie británico –Tony Alexander King– era el autor se reabrió el proceso y Dolores Vázquez fue absuelta. El tercer caso polémico se produjo en el caso de Lluís Corominas, yerno del matrimonio de joyeros Tous, cuyo caso fue también revisado.
Demandas colectivas
Julia Roberts interpretó a Erin Brockovich, la ayudante de un bufete cuyas averiguaciones llevaron a Pacific Gas and Electric Company a pagar indemnizaciones millonarias a los afectados por una contaminación de aguas.
Esto nos lleva a las demandas colectivas, una figura que presenta diferencias en el sistema estadounidense y en el español. Los escasos filtros de control para admitir las demandas y su excesiva proliferación en Estados Unidos ha llevado a que muchas empresas hayan pasado quebrantos por las indemnizaciones que han tenido que pagar de forma injusta. Los daños punitivos son una de las mayores preocupaciones para muchas compañías por la falta de limitación.

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