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miércoles, 24 de octubre de 2012


El Confidencial, diario de información en español

Jubilados condenados a la pobreza



Tal y como van las cosas, los ancianos van a tener que luchar por mantener su puesto de trabajo contra los más jóvenes de la plantilla. Y la pregunta dejará de ser ¿cuándo me podré jubilar? para convertirse en ¿cuánto más tiempo deberé hacerlo -si es que no me han despedido antes- para poder conseguir una pensión suficiente para vivir? Cada vez hay más temor a una Tercera Edad marcada por la miseria o las dificultades. Haber trabajado toda una vida y haber cotizado lo correspondiente a la Seguridad Social ya no es garantía de tranquilidad al final de una vida activa.
A las variables habituales en lo relativo al cálculo de las pensiones, como son el crecimiento demográfico muy débil y la magnitud menguante de los fondos estatales dedicados a las pagas de jubilación, se han añadido dos enormes nubarrones: la incapacidad de cualquier gobierno europeo de asegurar a sus ciudadanos que tendrán dinero suficiente para vivir con dignidad cuando dejen la vida activa y las dudas -incrementadas por la crisis económica actual- sobre si los fondos de pensiones privados serán recuperables al cien por cien y con las cantidades previstas al  firmarse los mismos.
El debate es especialmente encendido en Alemania, no sólo porque la campaña electoral está ya en marcha, con el futuro de las pensiones como uno de los temas estrella, sino porque este país envejece de una manera brutal. Sólo un 13,5% de los ciudadanos tiene menos de 15 años, y esto hace de la República Federal el segundo país más anciano del mundo después de Japón. Pero también el conjunto de Europa se hace mayor de manera vertiginosa. Ahora hay cuatro europeos activos por cada mayor de 65 añosDentro de cuarenta años, serán dos personas activas por cada jubilado. Y, volviendo a Alemania, de aquí en quince años incluso las personas que hayan tenido un buen salario a lo largo de su vida laboral tendrán una jubilación tan pequeña que tendrán que acudir al Estado para que cubra sus necesidades básicas.

Es este un asunto espinoso acerca del cual muchos gobernantes europeos, preocupados por el euro y su supervivencia, prefieren no ser preguntados. No tienen respuestas o, si las dan, no resultan creíbles. Todos recomiendan a sus conciudadanos abrirse un plan privado de pensiones; algunos -como la ministra alemana de Trabajo- se plantean una renta pública extra precisamente para esos jubilados con pensiones tan mínimas que son casi de miseria y otros juegan con la idea subir o mantener la edad de jubilación en función de  lo que dicen las curvas demográficas y las propias estadísticas de la Seguridad Social. Hoy por hoy, en la UE la edad legal media de jubilación son los 65 años pero la edad real son los 62,4. Pronto esto ya no será posible.
En Francia, François Hollande insiste en volver a la  jubilación con  60 años, especialmente si se ha trabajado en un sector con mucha exigencia física y se han cotizado 40 años, pero la realidad es que para la mayoría será a los 62 años. En Italia, siguiendo las recomendaciones de la Comisión Europea, se ha aumentado la edad de jubilación hasta los 67 años, pero se ha creado un problema serio con los “esodati”, es decir, las personas de más de cincuenta años que se acogieron a planes de jubilación anticipada antes de esta reforma legal y que se han quedado ahora sin pensión, al aumentarse el número mínimo de años de cotización,  y sin trabajo. En Alemania está ya en marcha el aumento progresivo y escalonado de la jubilación legal de los 65 a los 67 años, pero los socialdemócratas se están planteando cambios en la base del cálculo de las jubilaciones. En lugar de que la pensión represente el 43% del nivel del suelo bruto,  ésta- según el SPD- debería subiral 50%, para evitar ese fenómeno del que aquí tanto se habla : “Altersarmut” (pobreza en la Tercera Edad). Y es que la República Federal ostenta un record del que nadie podría sentirse orgulloso: casi 800.000 ancianos jubilados se ven obligados a trabajar, muchos en minijobs, porque sus rentas son tan bajas que no les dan para vivir. Desde el año 2000 la cifra ha aumentado un 60%.

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