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domingo, 21 de octubre de 2012



Capitalismo y patriarcado: la doble desigualdad de la mujer

"No sólo se trata de "incluir a las mujeres" en las cuentas y en los indicadores de las estadísticas nacionales, sino más bien de cambiar la lógica del funcionamiento del sistema económico".


Si bien el patriarcado surgió mucho antes que apareciera el capitalismo, es precisamente con la aparición del último donde se refuerza y profundiza la división sexual del trabajo: el trabajo para el mantenimiento de la vida (trabajo reproductivo o del cuidado) atribuido a las mujeres, y el trabajo para la producción de los medios de vida atribuido a los hombres. Cuando aparece la producción excedentaria surge la necesidad de la acumulación de la riqueza y la división del trabajo en la familia sirvió de base para distribuir la propiedad entre hombre y mujer, como sostiene Engels “el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino”.



A partir de entonces, la esfera de lo reproductivo pasó a ocupar un segundo plano, después pasó a institucionalizarse mediante la costumbre, la religión y las leyes, que le asignaban la “superioridad” a lo masculino sobre lo femenino. Las desigualdades de género, como vemos, se han ido reproduciendo, desde entonces hasta la fecha, por imposición social, lo que conlleva a que actualmente pervivan grandes desigualdades económicas entre hombres y mujeres.



¿Cómo se refuerzan mutuamente capitalismo y patriarcado? Hay que recordar que el capitalismo es un sistema económico basado en relaciones de explotación y de expoliación cuyo objetivo es la búsqueda de la mayor ganancia posible a través de la reducción progresiva de costos. El patriarcado es una forma de organización política, social, económica, ideológica y religiosa basada en la idea de la autoridad y superioridad de lo masculino sobre lo femenino, fundamentada ridículamente en mitos y que se reproduce a través de la socialización de género [1].



El capitalismo y el patriarcado les niegan a las mujeres tener acceso y control sobre los recursos económicos internos y externos (acceso y control), permiten que se mantenga invisibilizado el aporte del trabajo doméstico o reproductivo en los agregados macroeconómicos. Bajo estas condiciones, las mujeres son explotadas y expoliadas, al igual que los hombres bajo el sistema capitalista; pero con un impacto diferenciado.



El trabajo doméstico y del cuidado permite mantener las condiciones de explotación y de sobreexplotación de la fuerza de trabajo en nuestro país, puesto que genera y transfiere valor, aunque no pase por el mercado como el trabajo asalariado. Considerando que el valor de la fuerza de trabajo se mide por la suma en dinero que asegura cubrir los medios de vida que garanticen su reproducción, datos calculados por el PNUD para 2008 indicaban que el salario promedio de los y las trabajadoras salvadoreñas que tenían empleo decente, como indicador indirecto para conocer cuál debería ser el valor monetario con el cual se lograría reproducir la fuerza de trabajo, era de $553.50 [2], mientras que el promedio nacional de salarios era de $ 247.4.



¿Cómo se pueden mantener los salarios promedios por debajo del valor de la fuerza de trabajo? La producción de bienes y servicios para el autoconsumo del hogar es uno de los principales factores que permiten que una parte del costo de reproducción de la fuerza de trabajo de las familias, que no cubren los bajos salarios que pagan las empresas capitalistas, sea cubierto por la producción doméstica, y esto permite mantener las altas tasas de ganancia del sector capitalista. Según el mismo informe del PNUD, el 89% del trabajo reproductivo, es realizado por mujeres y sólo el 11%, por hombres. El trabajo reproductivo no remunerado se convierte en un instrumento indirecto de la valorización de capital.



En los últimos diez años se han mantenido las desigualdades en cuanto al acceso y control de recursos económicos que permitan la autonomía económica de las mujeres; por ejemplo, los hombres tienen más acceso al trabajo remunerado que las mujeres debido a que las mujeres son las que mayormente asumen las responsabilidades domésticas, en cuanto al acceso a propiedad de empresas existe una brecha muy marcada entre hombres y mujeres. El modelo neoliberal, a través de los ajustes fiscales y la reducción del gasto social, ha provocado que la carga del trabajo doméstico se incremente, puesto que la reducción del gasto social se traduce en eliminación o “focalización” de subsidios, escasez de medicamentos, reducción de los servicios sociales públicos, lo que contribuye a que se dediquen más horas de trabajo no remunerado a los cuidados de personas adultas, niñez, y discapacitados. Los impactos ocasionados por los programas de ajuste no han sido neutrales con respecto al género.



No sólo se trata de “incluir a las mujeres” en las cuentas y en los indicadores de las estadísticas nacionales, sino más bien de cambiar la lógica del funcionamiento del sistema económico, cambiar la lógica de la acumulación por la lógica del mantenimiento de la vida, en todas sus formas.



En relación a la nueva lógica, existen dos corrientes que abordan el tema de género de acuerdo al grado de ruptura con paradigmas androcéntricos, que proponen una nueva redefinición de la economía tanto en lo relativo a la epistemología, como a los conceptos y los métodos, éstas son la economía feminista de la conciliación y la economía feminista de la ruptura [3]. La economía feminista de la conciliación pretende redefinir los conceptos fundacionales de la economía y trabajo, recuperando el conjunto de actividades femeninas invisibilizadas-condensadas en el trabajo doméstico-y conjuga esta recuperación con los conceptos previos: se redefine el concepto de trabajo, se trata de medir el trabajo domestico, se visibilizan las relaciones de género de desigualdad (diferencias entre el trabajo de mercado y trabajo doméstico entre hombres y mujeres).



La economía feminista de la ruptura pone en el centro del análisis la sostenibilidad de la vida, explora las consecuencias de esto en el cuestionamiento de todas las concepciones conceptuales y metodológicas previas y, por otro, atender no sólo a las diferencias entre hombres y mujeres, sino a las relaciones de poder entres las propias mujeres.



Para la economía feminista de la ruptura la producción y reproducción no tienen el mismo valor per se, sino en la medida en que colaboren o impidan el mantenimiento de la vida. Sostiene que las necesidades humanas son a la vez necesidades de bienes y servicios como también de afectos y relaciones, las facetas material e inmaterial deberían de entenderse conjuntamente.



El paradigma alternativo que trata de construir la economía feminista de la conciliación y de la ruptura también debe de incluir el aspecto de la ecología en el análisis del proceso de producción y de reproducción, ya que también es preciso tenerlo presente en el análisis de la sostenibilidad de la vida. Bajo la crisis actual a la que nos ha llevado el capitalismo y que no sólo es económica sino también ecológica, social y política; es necesario integrar dentro de los paradigmas teóricos de la economía tanto la igualdad de género como el principio de la sustentabilidad ambiental en los procesos de producción y consumo. En ese sentido, la economía, como propone la teoría feminista de la ruptura, debe no sólo preocuparse por la reproducción de la vida humana sino también de la reproducción de la vida en todas sus formas.



Notas
[1] El proceso de socialización de género se refiere al proceso mediante el cual se le atribuyen una serie de estereotipos, roles y normas a hombre y mujeres, permite hacer que parezca natural la desigualdad y la discriminación contra las mujeres. Ver: Martínez, Julia Evelin, Patriarcado para principiantes, Contrapunto, 2011, en: http://www.contrapunto.com.sv/columnistas/patriarcado-para-principiantes.



[2] PNUD. Informe de Desarrollo Humano 2007-2008. El Empleo en uno de los pueblos más trabajadores del mundo. PNUD. 2009.
[3] Pérez Orozco, Amaia. “Economía del Género y Economía Feminista ¿Conciliación o ruptura?” En: Revista Venezolana de Estudios de la Mujer. Vol. 10, Nº 24. Caracas , Venezuela. 2005.

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