Papabilidades.
La historia secreta del candidato Bergoglio Destacado
En privado se autodefine como peronista y su grupo de referencia es Guardia de Hierro, bautizado así en homenaje a la organización paramilitar antisemita rumana del mismo nombre, fundada por Corneliu Codreanu
El eventual papa argentino que mencionan especialistas y agencias noticiosas volcaría todo el peso del Vaticano en contra de la revisión de los crímenes de la dictadura. Bergoglio es la personalidad más avasalladora y conflictiva de la Iglesia argentina en décadas, amado y execrado por igual, como testimonia la dividida Compañía de Jesús. El secuestro de cuatro sacerdotes, la distinción académica a Massera y los manejos económicos de la USAL. ¿Es posible un Pontífice de Guardia de Hierro?
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, a quien vaticanistas y agencias noticiosas mencionan como uno de los candidatos a la sucesión papal, es la personalidad más avasalladora y conflictiva de la Iglesia argentina en décadas, amado por unos y execrado por otros. Según la fuente que se consulte es el hombre más generoso e inteligente que alguna vez haya dicho misa en el país o un maquiavélico felón que traicionó a sus hermanos y los entregó a la desaparición y la tortura por la Junta Militar en aras de una insaciable ambición de poder. A continuación, la historia secreta de quien, en caso de convertirse en Papa, volcaría todo el peso de la Iglesia en contra de la revisión judicial de los crímenes cometidos durante la dictadura militar, de lo cual ofreció un anticipo esta semana al fustigar a los “progresistas adolescentes” y motivó la respuesta de Néstor Kirchner de que prefería ser adolescente toda la vida a perder sus convicciones. La presencia de Menem y Duhalde en la Ciudad donde se elegirá al Pontífice no vale un voto, pero traduce un deseo. El primero pasó sobres mensuales a los obispos adictos a través de Esteban Caselli y así hasta consiguió que el vocero vaticano Joaquín Navarro Valls rectificara una admonición de Juan Pablo II a su gobierno. El segundo llegó al poder que las urnas le negaron montado en una coalición de obispos, sindicalistas, políticos bonaerenses y hombres de negocios que propiciaban la devaluación de la moneda, propósitos políticos y económicos encubiertos bajo el pomposo nombre de Diálogo Argentino, en la más audaz incursión pública de la Iglesia desde la conclusión de la dictadura. Con Duhalde (cuyo estratega era el ex Guardián Juan Carlos Mazzon) Bergoglio intentó cerrar el capítulo de la revisión por los crímenes de la guerra sucia y acuñó el slogan de la “Memoria completa”.
- Conservador popular.
Bergoglio reúne en sí dos rasgos que no siempre van juntos: es un conservador extremo en materias dogmáticas y posee una marcada sensibilidad social. Es lo que en la política argentina se conoce como un conservador popular. En privado se autodefine como peronista y su grupo de referencia es Guardia de Hierro, bautizado así en homenaje a la organización paramilitar antisemita rumana del mismo nombre, fundada por Corneliu Codreanu. Desde su emergencia como el nuevo hombre fuerte de la Iglesia argentina la Conferencia Episcopal emitió declaraciones fustigando la corrupción y exaltando “las conquistas sociales y la dignidad de los trabajadores”. Esa línea fue diseñada como vía de escape de los cuestionamientos por la actuación episcopal bajo la dictadura, que se reavivaron en 1995 con la revelación de que la jerarquía eclesiástica había aprobado los métodos bárbaros de ejecución de prisioneros y que los capellanes se encargaban de acallar con parábolas bíblicas los escrúpulos de los oficiales que dudaban de la legitimidad de las órdenes de arrojar a prisioneros indefensos al mar.
Bergoglio trabó contacto con Guardia de Hierro a principios de la década de 1970 y no lo perdió desde entonces. Esto implicó relaciones especiales con el gobierno de la fugaz presidenta María Estela Martínez de Perón y con el representante de la Armada en la Junta Militar que la derrocó, Emilio Massera. Su espectacular irrupción en la década pasada como sucesor del cardenal Antonio Quarracino colocó en la escena pública un debate sobre su personalidad y su conducta que se expresa en una paradoja: fue el primer jesuita en alcanzar el cardenalato y el arzobispado de Buenos Aires y sin embargo carece de toda relación con la Compañía de Jesús, donde su nombre es denostado. Que Quarracino lo haya elegido como sucesor sólo sorprendió a quienes se fijaban en aspectos exteriores: uno era chabacano y hedonista, el otro es culto, sofisticado y austero. Pero desde distintas jerarquías y con años de distancia ambos fueron partícipes del movimiento de renovación del Concilio Vaticano II y tuvieron afinidades con la teología de la liberación, pero abjuraron de ella (y de los compromisos asumidos en consecuencia) cuando la represión castrense desconoció cualquier límite y se volvió incluso hacia el interior de la Iglesia. La conversión de Quarracino se produjo en 1971 durante la dictadura del general Alejandro Lanusse luego de haber afirmado, en mayo de 1968, que “una cierta violencia” era necesaria para “una auténtica y profunda renovación de estructuras, una verdadera revolución social”. La de Bergoglio se produjo al aproximarse el golpe de 1976, cuando disciplinó a la Compañía de Jesús y dejó librados a su suerte a los integrantes que no quisieron abandonar a los sectores populares. Esta historia es un secreto que la gran prensa argentina guarda con tanto empeño como el que puso hace tres décadas en ignorar el método de la desaparición de personas aplicado por la Junta Militar. En cambio los corresponsales de la prensa extranjera tratan de reconstruir la historia para entender al candidato, sobre el que ya se han publicado artículos críticos en medios de Brasil, México y Francia.
- Iglesia y dictadura.
En su libro Iglesia y dictadura, editado en 1986, cuando Bergoglio no era conocido fuera del mundo eclesiástico, Emilio Mignone lo mencionó como ejemplo de “la siniestra complicidad” eclesiástica con los militares, que “se encargaron de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados”. Según el fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales “en algunas ocasiones la luz verde fue dada por los mismos obispos. El 23 de mayo de 1976 la Infantería de Marina detuvo en el barrio del Bajo Flores al presbítero Orlando Yorio y lo mantuvo durante cinco meses en calidad de desaparecido. Una semana antes de la detención, el arzobispo Juan Carlos Aramburu le había retirado las licencias ministeriales, sin motivo ni explicación. Por distintas expresiones escuchadas por Yorio en su cautividad en la ESMA, resulta claro que la Armada interpretó tal decisión y, posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su provincial jesuita, Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder contra él”. Mignone lo cuenta entre los “pastores que entregaron sus ovejas”. Junto con Yorio también fueron secuestrados otros tres jesuitas que trabajaban en la misma comunidad eclesial de base: Luis Dourrón, Enrique Rastellini y Francisco Jalics. “Bergoglio les pidió que se fueran de la villa de Flores y cuando se negaron hizo saber a los militares que no los protegía más, y con ese guiño los secuestraron. Cuando salieron los dejó librados a su suerte, y otros como Miguel Hesayne y Jorge Novak tuvieron que protegerlos”, sostiene un sacerdote jesuita que teme represalias si se conociera su nombre. El propio Yorio, un par de años antes de morir, me dijo que Bergoglio “tenía comunicación con Massera, le habrían informado que yo era el jefe de los guerrilleros y por eso se lavó las manos y tuvo esa actitud doble. No esperaba que saliera vivo”. La polémica posterior es conocida. El cardenal aduce en su descargo que no entregó a los sacerdotes sino que les reclamó que dejaran la comunidad del Bajo Flores para protegerlos porque sabía que la represión sería despiadada. Como no aceptaron, les indicó que debían alejarse de la Compañía de Jesús. Es decir que aun en su versión autoindulgente de los hechos, la suerte de los sacerdotes fue subordinada a la de la institución. Las pruebas que zanjan la discusión se reproducen en estas páginas.
- El Papa Negro.
Organizada en el siglo XVI por el futuro San Ignacio (el caballero vasco Iñigo López de Loyola), la Compañía de Jesús fue una milicia intransigente al servicio del papado que partió en batalla contra la reforma protestante iniciada por Lutero. Los Ejercicios espirituales en los que sistematizó su devoción fueron un instrumento de acción católica laica en el mundo, que superó el enclaustramiento de la Iglesia medieval. Privilegiando los sacramentos de la comunión y la confesión los jesuitas simbolizaron la obediencia al papado tanto como los protestantes la rebelión. Por una ironía de la historia cuatro siglos más tarde esa fuerza ultraconservadora se convirtió en la vanguardia de la renovación de la Iglesia y del cuestionamiento al integrismo que pretendía someter al mundo moderno a la obediencia del Pontífice. A las tareas clásicas de la Compañía, como la educación, los jesuitas que a mediados del siglo pasado estudiaron teología y filosofía en Roma, París y Lovaina agregaron al apostolado social y la rebeldía contra las injusticias del mundo. Su padre superior, el español Pedro Arrupe llegó a ser llamado El Papa Negro, mientras en toda América florecían los centros jesuitas de estudios económico-sociales. En ese contexto, Bergoglio fue designado Superior Provincial de la Compañía en la Argentina en 1973, el año del regreso de Juan D. Perón al gobierno. Al concluir su período de tres años fue reelecto por otro tanto. “La formación jesuítica lleva 14 años y culmina a los 32 de edad. Bergoglio tenía apenas 36 y era el candidato de la gente más progresista, sin ser revolucionario. Era una época de cambios y Arrupe promovía a los jóvenes”, narra otro sacerdote jesuita, que hace tres décadas fue amigo de Bergoglio y hoy lo considera “un enfermo de poder”.
- La Limpieza.
En esos años posteriores al Concilio Vaticano II cerca de un tercio de los estudiantes y sacerdotes de la Compañía dejaron la Iglesia, por razones personales, ideológicas o institucionales. “A los nuevos que entraban, Bergoglio les dio un marco de contención más rígido y estructurado. Esto se agudizó después de 1976, cuando su opción se inclinó por lo más tradicional. Esto produjo un tipo de estructura jesuítica diferente a la del resto de América Latina y generó mucho aislamiento de la Provincia argentina” de esa organización, dice el sacerdote. Los jesuitas formados por Bergoglio siguen una línea dogmática tradicional, pero “hacen la pastoral de fin de semana con los pobres. Les infundió una visión sacramentalista, acrítica y muy asistencialista”, añade un sacerdote que lo conoce bien. “Cultiva el bajo perfil. Está honestamente preocupado por los pobres, vive su espiritualidad. Es encantador, conquistador, muy austero, lleva siempre el mismo traje viejo, anda con zapatos gastados, viaja en colectivo y en subterráneo.” Según el sacerdote, Bergoglio “trató de desarmar el centro de estudios de la Compañía, el CIAS, donde estaban los sacerdotes Fernando Storni y Vicente Pellegrini. En la revista que editaban se publicó el artículo de Pellegrini sobre la represión que reprodujo Jacobo Timerman y provocó la clausura de La Opinión”, dice. “Eran unos snobs intelectuales”, desdeñan quienes avalan a Bergoglio. Otro documento que se conserva en el archivo de la Cancillería, producido a principios de la década de 1980 por un servicio de informaciones bajo el título “Nuevo copamiento de los jesuitas argentinos”, afirma que “a pesar de la buena voluntad del padre Bergoglio, la Compañía en Argentina no se ha limpiado. Los jesuitas zurdos se han cuidado por un tiempo. Ahora, con gran apoyo del exterior y de ciertos obispos tercermundistas han comenzado una nueva etapa”.
Al concluir su ciclo como Provincial, Bergoglio fue sucedido por el flamenco belga Andrés Swinnen. Bergoglio asumió como Rector de la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel, por otros seis años, y desde allí siguió influyendo en la Compañía, donde el nuevo Provincial nunca tuvo suficiente consenso como para eclipsarlo. En esos doce años formó una generación de jesuitas, como maestro de novicios y con los libros de espiritualidad que escribió. Luego de un breve paso por Alemania, Bergoglio volvió a la Argentina. Con el fin de la dictadura, su poder se eclipsó y quedó en una atípica relación: sigue siendo jesuita, aunque sin obediencia a la Compañía. En 1985 fue trasladado a una Casa de la Compañía en Córdoba. Personas próximas a él cuentan que allí estuvo virtualmente secuestrado. “Decían que estaba loco y lo tenían encerrado, no le pasaban las llamadas, presuntamente para protegerlo.” Una de las más altas autoridades de la Compañía no niega los hechos, aunque les da una explicación diferente. “Puede ser, no digo que no haya ocurrido así. Los conflictos internos fueron muy serios, tanto por la línea seguida como por el modo de gobierno y por cierto maquiavelismo. Para él, vale todo. Si se estaba tratando de cambiar la orientación de la Compañía, es probable que no le pasaran llamadas de los estudiantes, porque hubiera perturbado ese trabajo de cambio”, admite. El retrato con el que coinciden varios laicos que lo trataron es el de un psicópata seductor e inescrupuloso. En 1985, en lugar de Swinnen fue designado Provincial el presidente de la Conferencia Argentina de Religiosos (CAR), Víctor Zorzín, sucedido seis años después por Ignacio García Mata.
La fractura fue tan marcada que congregaciones que tienen la misma espiritualidad que los jesuitas, como las Esclavas, el Sagrado Corazón, las Hijas de Jesús, o la Compañía de María, que normalmente recurrían a jesuitas argentinos para sus ejercicios espirituales anuales o para sus cursos de teología, comenzaron a invitar a sacerdotes jesuitas de otras nacionalidades. La gravedad del conflicto llegó a tal punto que en 1997, cuando Bergoglio asumió como arzobispo porteño la Compañía decidió no designar como provincial a un jesuita argentino, para evitar roces, sino al sacerdote colombiano Alvaro Restrepo. Pero la Compañía argentina continúa profundamente dividida y Bergoglio aún conserva influencia.
Al describir su personalidad, su ex amigo jesuita dice que Bergoglio es un hombre de gran carisma para relacionarse. “Es capaz de acompañar toda la noche a un cura enfermo. Cuando era coadjutor iba a vivir a las parroquias. Les daba una semana de vacaciones a los curas y él se quedaba en su lugar. Así se ganó al clero joven. No es distante ni hace frías visitas de inspección.” Un obispo que no autorizó que se revelara su identidad, se refería a él en términos muy similares: “Es un hombre muy peligroso. Si tiene un cura enfermo lo va a ver y se queda toda la noche. Un horror. Yo voy de visita pero me quedo diez minutos”. “Bergoglio es el responsable de que la Compañía de Jesús argentina sea retrógrada, espiritualista, conservadora, con una postura cercana al integrismo, lo cual es un caso único en el mundo, donde los jesuitas se destacan por lo contrario”, afirma un estudioso de la Compañía. “Una generación entera de jesuitas fue formada por Bergoglio en el culto a la personalidad, el clientelismo y la obsecuencia. Visita a los curitas y les soluciona problemas, les ofrece una computadora o un viajecito de vacaciones. En todo el mundo los jesuitas son vanguardia, acá trogloditas”, agrega. En pocos días más se sabrá si el Colegio de Cardenales dispone que ese mismo destino le aguarde a la Iglesia Universal y sobre la Argentina caigan las sombras del oscurantismo.
- El rastro del dinero.
“La Compañía argentina lo invitó a ordenar sacerdote a un hijo de su hermana y ni contestó. Luego de dos meses de espera, el Provincial lo vio para preguntarle la respuesta. Fue una reunión seca de dos minutos, en la que le echó a la Compañía toda la culpa del conflicto”, dice una de las autoridades de la Compañía de Jesús. El nepotismo que plaga el sistema político argentino no pasa de largo por la puerta de Bergoglio. Otro sobrino suyo, Pablo Narvaja, fue designado Secretario de Docencia y Postgrado y director del Instituto de Capacitación Continua de la USAL. Pero al mismo tiempo fue subsecretario de evaluación educativa y director nacional de Educación Técnico Profesional y Ocupacional bajo los gobiernos de Carlos Menem y Eduardo Duhalde. Bergoglio traspasó la Universidad a una sociedad civil en 1975, pero mantuvo su influencia desde las sombras. Dejó como vicerrector económico a su contador de confianza, Enrique Betta, quien también preside la Asociación Civil y el Club Náutico USAL. Una red de fundaciones como “Lapacho”, en las que Bergoglio tiene poder de decisión, sirven para perder el rastro del dinero. Pese a su fuerte endeudamiento con el Banco Francés, la USAL sostiene al Arzobispado, desde que Bergoglio asumió como coadjutor. La donación, que antes de 2002 rondaba los 40.000 dólares mensuales es entregada en forma discreta por el empleado Alejandro Iglesias, cuya esposa, Carmen La Caria, es la jefa de tesorería de la Universidad. Ambos son amigos personales del cardenal. Esta estructura ha dado lugar a transacciones que llamaron la atención de la justicia y de algunos entes administrativos que patrullan la delgada línea entre las finanzas legítimas y la criminalidad organizada. El secretario de Prevención de las Adicciones en el gobierno bonaerense de Eduardo Duhalde, Alberto Yaría es investigado en la justicia platense por enriquecimiento ilícito, ya que con un ingreso mensual de 8000 pesos, ahorraba el triple cada mes. Los diputados bonaerenses Francisco Ferro y Patricia Panzoni, denunciaron que Yaría había girado 6,5 millones de pesos de la Secretaría al instituto de drogadependencia de la Universidad del Salvador, que también dirigía. El juez Emir Caputo Tartara desdeñó la denuncia por una formalidad pero sin negar los hechos: como los contratos con la universidad jesuita habían sido firmados por Duhalde, cualquier irregularidad debía ser investigada por el Tribunal de Cuentas bonaerense. Pero a pedido de la fiscal Beatriz Castellanos, los jueces de la Sala III de la Cámara Penal Alfredo Sanucci, Carlos Silva Acevedo y Armando Correa ordenaron continuar la investigación. Entre los puntos oscuros debía explicarse por qué las remuneraciones de personas contratadas por el estado bonaerense eran pagadas por la USAL. Un profesor que estaba investigando esos hechos fue despedido. Pero además lo obligaron a subir a un auto en el que fue llevado de paseo por Buenos Aires mientras lo interrogaban, método de sombrías reminiscencias.
- Piloto de tormentas.
El 25 de noviembre de 1977 la Universidad del Salvador recibió como Profesor Honorario al jefe de la Armada. Emilio Massera pronunció una de sus grandilocuentes homilías sobre “la vida o la muerte, la libertad o la esclavitud” y el “choque deslumbrante de las culturas y de las anticulturas”, el “espacio galáctico y el coloquio del átomo”. El Señor de la ESMA también peroró sobre la indiferencia de los jóvenes, el amor promiscuo, las drogas alucinógenas y la “derivación previsible” de esa “escalada sensorial” en “el estremecimiento de la fe terrorista”. Objetó a Marx, Freud y Einstein, por cuestionar el carácter inviolable de la propiedad privada, agredir el “espacio sagrado del fuero íntimo”, y poner en crisis la condición “estática e inerte de la materia”. Massera indicó que la Universidad era “el instrumento más hábil para iniciar una contraofensiva” de Occidente, como si por ser judíos Marx, Freud y Einstein no formaran parte de esa tradición. Bergoglio se cuidó de subir al estrado ese día. En su lugar lo hicieron los cuadros de Guardia de Hierro en quienes había delegado la responsabilidad cotidiana de la Universidad: el rector Francisco José Piñón; la vice, Mercedes Terren, y el decano de la Facultad de Filosofía, Carlos Cullen. El cardenal “aún conserva el control de la Universidad del Salvador, donde designó como rector al ex seminarista Juan Tobías, y tiene una oficina ahí”, dice su ex amigo sacerdote. Al resto no les ha ido mal desde entonces: Piñón es secretario general de la Organización de Estados Iberoamericano y Cullen, secretario académico de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Mecha Terren sigue dando clase en la USAL y durante un homenaje público Bergoglio la alabó como “excelente piloto de tormentas”, una curiosa metáfora marinera.
- Las pruebas.
Encontré los documentos que se reproducen en la versión de papel de este diario, en el archivo de la Cancillería, cuyo director, el ministro Carlos Dellepiane, los guardó en la caja fuerte para impedir que fueran robados o destruidos. El primero es la carta en papel con membrete y sello de la Compañía de Jesús, en que Bergoglio, como superior de la provincia jesuita, pide a la Cancillería un trámite de favor para Jalics, quien luego de recuperar la libertad se radicó en una casa de ejercicios de la Compañía en Alemania. El segundo es el memo del funcionario de la Secretaría de Culto que recibió a Bergoglio, Salvador Orcoyen, quien aconseja al Canciller el rechazo de la solicitud, sin explicar los motivos. En el tercer documento, cuya gravedad no escapaba a Orcoyen, quien lo redactó por separado, explica que el propio Bergoglio recomendó por debajo de la mesa el rechazo de la solicitud que había presentado por encima. Para ello empleó las mismas acusaciones que, según los sacerdotes, había hecho circular antes entre los militares, con la imaginable consecuencia del secuestro de los cuatro: le atribuyó “contactos guerrilleros” y “actividad disolvente” dentro de la Iglesia y desobediencia a su Superior. También entraba en detalles que nadie más que el Provincial Jesuita podía haberle suministrado: Yorio y otros dos sacerdotes habían sido expulsados de la Compañía, pero Jalics no, ya que “tiene votos solemnes”. Una persona que aceptó transmitirme las reflexiones de Jalics con acuerdo del sacerdote dijo que “durante meses Bergoglio contó a todo el mundo que sus sacerdotes estaban en la guerrilla. Un obispo le confesó a Jalics que era Bergoglio quien se lo había dicho. Jalics le reprochó que jugara así con la vida de ambos”.
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