El Papa es el argentino Jorge Bergoglio
El cónclave elige pontifice tras al menos cuatro votaciones y dos fumatas negras
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Cuatro de cada diez de los más de 1.100 millones de católicos del mundo viven en Latinoamérica, donde, no obstante, están en retroceso ante el empuje de otras ramas del cristianismo.
Bergoglio es un jesuita, un hombre modesto acostumbrado a ser el primero y conocido por clamar contra la desigualdad en su Argentina natal.Se le considera ortodoxo en cuestiones dogmáticas pero flexible en materia de ética sexual. Desde el balcón y vestido de blanco, antes de bendecir a los presentes ha querido pedirles que recen por él: "Auguro que este camino de la Iglesia que hoy comenzamos y en el que me ayudará mi cardenal vicario aquí presente sera fructuoso para la Iglesia y para esta bella ciudad. Y ahora, querréis que os dé la bendición. Pero primero, antes de que el obispo bendiga al pueblo, yo quiero que recéis para que el señor me proteja".
Francisco I -Bergoglio es el primer pontífice que toma el nombre de Francisco de Asís, el santo de los pobres, y de san Francisco Javier, uno de los fundadores de los Jesuitas- ha dado las gracias a los presentes, les ha pedido por una segunda vez que recen por él y también les ha instado a orar por su antecesor, que sigue el proceso desde Castel Gandolfo. Tras una bendición a "los hombres y mujeres de buena voluntad", se ha despedido de la multitud. después ha telefoneado a Benedicto XVI y tiene previsto reunirse con él.
Bergoglio ofrecerá una conferencia de prensa el sábado. Y elegirá pronto a un secretario de Estado "en el que confíe", ha dicho el portavoz Lombardi.
Primero, antes de que el obispo bendiga al pueblo, yo quiero que recéis para que el señor me proteja"El papa Francisco I
El argentino también ha bromeado sobre su origen: "Vosotros sabéis que el deber del cónclave es dar un obispo a Roma, y parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo". Bergoglio pertenece a una familia de clase media y suele usar el subte [el metro] en Buenos Aires, donde vive. Como buen argentino, es aficionado al fútbol. Es seguidor del San Lorenzo de Almagro.
La felicitaciones han llegado en cascada. Destacan el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, y la presidenta de la patria del nuevo Papa, Cristina Fernández de Kirchner,que le ha deseado un "fructífero" desempeño ante "tan grande responsabilidad". También le han felicitado representantes de la Iglesia católica de muchos puntos de América, el presidente de México, Enrique Peña Nieto; el español Mariano Rajoy; el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon; el francés François Hollande, el británico David Cameron y el arzobispo de Westminster y primado de la Iglesia católica en Inglaterra y Gales, Vincent Nichols, entre otros.
La elección ha sido más corta de lo que se esperaba. No hay que olvidar que el cónclave se inició bajo el signo de la división después de 10 reuniones muy intensas del colegio cardenalicio –formado por los 115 electores y los mayores de 80 años—en las que 161 purpurados alzaron su voz para hablar de la situación de la Iglesia. Aunque, al inicio de los encuentros, los cardenales prestaron juramento de no filtrar a la prensa el contenido de las discusiones, enseguida se supo que los temas más candentes fueron la necesidad de reformar de la Curia, la postura de la Iglesia ante la pederastia y la situación del IOR, el banco del Vaticano.
Algunos cardenales –entre ellos los estadounidenses—solicitaron además tener acceso al informe secreto que sobre el caso Vatileaks –el robo y filtración de la documentación privada de Joseph Ratzinger—elaboraron tres cardenales octogenarios. Antes de su renuncia, Benedicto XVI determinó que el informe solo fuese conocido por su sucesor, pero nada más llegar a Roma muchos de los cardenales insistieron en que, antes de dibujar el perfil del Papa que ahora necesita la Iglesia, sería conveniente saber la situación interna. El primero en expresar la preocupación creciente fue el cardenal Raymundo Damasceno, arzobispo de Aparecida y presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil: “¿Por qué los cardenales que somos los consejeros más próximos al Papa no podemos tener acceso a dichos documentos?”.
Finalmente, los tres cardenales que practicaron la investigación --Jozef Tomko, Salvatore De Giorgi y Julián Herranz— informaron privadamente y sin entrar en detalles y nombres a los purpurados que lo solicitaron. También llamó la atención que la décima y última de las congregaciones generales estuviese dedicada a hablar del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano. El secretario de Estado, Tarcisio Bertone, quien además es el presidente de la comisión cardenalicia que controla la entidad, informó a los cardenales de su situación. Según algunas filtraciones periodísticas, el cardenal Bertone recibió numerosas críticas durante las congregaciones generales por su manera de dirigir el Vaticano en los últimos años.
Pero, al margen de los asuntos polémicos, la Iglesia tiene numerosos retos por delante, y todos ellos fueron abordados en los días previos al cónclave. Antes de encerrarse en la Capilla Sixtina, los cardenales parecían tener claro que la Iglesia necesita ahora un Papa fuerte, un Pontífice capaz de reformar la Curia, organizar los dicasterios (ministerios) del Vaticano para hacerlos más eficaces, limpiar la podredumbre puesta al descubierto por el caso Vatileaks, impulsar el diálogo con el Islam, afrontar de una manera valiente el papel de la mujer en la Iglesia y la postura oficial ante la bioética. Un Papa, como dijo el cardenal Angelo Sodano en la misa Pro eligiendo Pontifice, “un pastor que anuncie el evangelio y la misericordia; un buen pastor capaz de dar la vida por sus ovejas”. Un Papa, en suma, que sepa estar al lado de los pobres en un momento de crisis mundial y que a la vez devuelva al Vaticano su influencia perdida. ¿Será capaz de hacerlo Bergoglio?
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