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Gema
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EL CAMINO DE LA DEPENDENCIA MADURA
Una de las señas de identidad de la cultura occidental actual es la dificultad que presentan muchas personas para desarrollar un vínculo de pareja duradero y que atienda a criterios de salud tanto individual como relacional.
El presente artículo se formula a partir del vacío interior, resignación profunda y falta de sentido en la propia vida que comparten aquellas personas que relatan sus dificultades a la hora de crear y mantener un vínculo amoroso duradero y aquellas que viven el vínculo amoroso como una especie de cárcel emocional de la que sienten que no pueden escapar y que no saben bien por qué mantienen.
A veces porque hay una necesidad de estar con el otro por encima de todo y a cualquier precio, bajo la premisa de que sin esa persona no se sobrevive. Otras veces, en cambio, porque existe una negativa clara a renunciar a la individualidad y a la autonomía, sin que entonces, por tanto, quede espacio para establecer un vínculo con otra persona. Ambas propuestas comunican con el sufrimiento y tienen como denominador común la dificultad para “estar con el otro”.
Independencia o dependencia, autonomía o necesidad de los otros para poder vivir, libertad o pertenecer al otro; todas ellas dimensiones que muestran la influencia de la cultura en la forma de codificar el mundo de las relaciones y cuyos extremos constituyen puntos de partida que ponen en serio riesgo el establecimiento y/o el mantenimiento saludable de vínculos afectivos, y en especial del vínculo de pareja.
Por un lado, podemosatestiguar que el peso y el valor que la cultura actual otorga a la autonomía y a la independencia de los individuos perjudican gravemente al establecimiento y mantenimiento del vínculo de pareja. Mientras que los anteriores atributos son signos de fuerza y poder, la dependencia se entiende como un signo de debilidad y, por tanto, es algo de lo que muchas personas se defienden constantemente a lo largo de su vida. A partir de esa estrategia defensiva, se niega, por un lado, las propias carencias y, por otro, que uno necesita de los otros. Pedir se convierte para muchas personas en el acto humillante de comunicar a los demás que uno por sí mismo resulta insuficiente para autoabastecerse; aquellos que piden se convierten en representantes del fracaso. Pedir, en este caso, por tanto, atenta contra el sentimiento de propia valía y capacidad personal y es fuente de frustración y rabia (“te odio porque te necesito”).
Aprender a reconocer que uno necesita de los demás y aprender a pedir constituye un importante criterio de salud emocional y relacional. Aceptar lo anterior es muy importante para el establecimiento de vínculos afectivos maduros, para poder depender de otros y elegir de quién hacerlo; en definitiva, para disfrutar de depender en pareja.
Dice Dalmiro Bustos que “todo vínculo se hace a expensas de una libertad absoluta, la cual solo se consigue cuando se opta por la soledad. Es decir, que para alcanzar esa libertad, se debe renunciar a establecer vínculos duraderos”. En muchas ocasiones, por el apuntalamiento de la autonomía y la independencia para vivir en “total libertad” se paga un precio muy alto: el aislamiento de los demás y la aparición de la temida soledad.
Por otro lado, la otra cara de la moneda la encontramos en el establecimiento de un vínculo de pareja para contrarrestar la soledad y las carencias afectivas, para hacer frente y vencer a los fantasmas del pasado (aquellos miedos que nacieron en el seno o a partir de otras relaciones: el rechazo y el abandono) y/o para proveerse del entusiasmo y vitalidad necesarios a través de la relación con otra persona. Como dice Dalmiro Bustos “todo vínculo es a la vez una cárcel y una liberación. Nos libera del aislamiento y nos encarcela en la mirada del otro. Si a esta mirada le otorgamos poder de definición y es suficientemente constante, puede sustituir la propia y determinar la identidad desde allí”. La última parte de la cita de Dalmiro nos recuerda que hay modalidades de vínculo de pareja en las que al menos uno de los miembros pierde las fronteras de su individualidad y se fusiona con el otro, y para el que no existen más alternativas que estar con él.
Por tanto, ¿qué hace falta para poder establecer relaciones amorosas duraderas? Por un lado, la aceptación de la dependencia madura, esto es, renunciando a la absoluta libertad y al sentimiento de omnipotencia – que aísla de los demás-, eligiendo de quién se quiere depender y sintiendo placer por ello. Por otro, la autoafirmación de uno mismo dentro de la pareja, es decir, sin que esta fagocite la individualidad de cada uno de los miembros de la misma.
En no pocas ocasiones, aquellas personas que por diferentes motivos deciden iniciar un proceso psicoterapéutico, descubren a lo largo del mismo aquellas creencias, mandatos y roles que han ido interiorizando y promocionando desde pequeños sobre sí mismos y que determinan, en buena medida, el tipo de relaciones que establecen con los demás.
El CAMINO DE LA DEPENDENCIA MADURA: recuperar nuestra espontaneidad y ganar grados de libertad despojándonos de todo aquellos que limita, frena y/o bloquea nuestro crecimiento y desarrollo personal, nos permite redefinir nuestro guión de vida individual y relacional. Reconocer y aceptar nuestras limitaciones y también nuestras necesidades nos acerca a los demás y nos permite disfrutar dependiendo de quién se elige y nos prepara para una relación amorosa madura.
JAVIER DE LA CRUZ LABRADO
Psicólogo Clínico y Forense
Director de CALIOPE INNOVA
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