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sábado, 24 de noviembre de 2012


El Confidencial, diario de información en español

lA LIBERTAD DE LA CÚPULA DE LA MAFIA CHINA, EL COLOFÓN A UNA CARRERA CONTROVERTIDA

Alfonso Guevara, el 'antijuez' que nunca rectifica

Alfonso Guevara, el 'antijuez' que nunca rectifica
Alfonso Guevara, entre Garzón y Grande-Marlaska. (EFE)

Alfonso Guevara es todo lo contrario a lo que se espera de un juez. Su nombre está relacionado con los enfrentamientos y la excentricidad. Su última decisión, como presidente de la Sección Tercera de lo Penal de la Audiencia Nacional, de dejar en libertad a la cúpula de la mafia china ha sido el colofón de una carrera llena de sombras por sus polémicas y controvertidas actuaciones.
Su nombre está relacionado con la perseverancia, el trabajo y la disciplina. Hombre menudo, casado y con tres hijas, y fumador empedernido siempre se le ha conocido por no seguir directrices de ningún tipo. Pero detrás de esa independencia, este magistrado ha acordado decisiones difícilmente comprensibles por parte de sus compañeros y por la sociedad. Entre sus colegas, las opiniones sobre Guevara son diversas. Algunos le califican como un garantista puntilloso y otros aseguran que no tiene una amplia visión de la realidad. Las decisiones judiciales deben ser adoptan dentro de la realidad social del momento y las leyes y normas pueden ser interpretadas por el juez. La demostración de esta afirmación es la reciente sentencia del Tribunal Constitucional que ratifica el matrimonio homosexual, alegando que se debe dar una “interpretación evolutiva” al concepto de matrimonio.
Guevara no aplica este concepto. En el caso Emperador, en el que ha puesto a libertad a la cúpula de la mafia china, ha aplicado a rajatabla una sentencia del Tribunal Constitucional sobre el caso Malaya que dice que el juez “elevará la detención a prisión, o la dejará sin efecto, en el término de 72 horas a contar desde que el detenido le hubiese sido entregado”. Al presidente de la Sala le ha sido indiferente que el compañero que dictó las prisiones, Fernando Andreu, tenía un centenar de detenidos a los que tomar declaración en menos de tres días. Tampoco ha tenido en cuenta que el instructor mantuvo a 20 de ellos en disposición policial casi 72 horas, pero sin sobrepasarlas, y posteriormente les anunció que pasaban a disposición judicial.
Ni escucha, ni rectifica
Es decir, Andreu era consciente de la problemática que le sobrevenía y actuó conforme a la más acorde a la legalidad, o así lo interpretó. A Guevara tampoco se le ha pasado por la cabeza los cuatro años de investigación que lleva la Policía y la Fiscalía Anticorrupción antes de asestar el mayor golpe contra el blanqueo de dinero en España. Ni siquiera se ha planteado que, en cuanto queden en libertad, podrían fugarse de la Justicia, teniendo en cuenta que se enfrentan a penas de prisión de más de 20 años. Su trato arisco tampoco ayuda a los fiscales del caso para que le intenten explicar el error que está cometiendo al dejarles en libertad. Pero su decisión ya está tomada y se niega a rectificar ni a aceptar ningún tipo de recurso.
Persona introvertida y de trato difícil, no es la primera vez que, en contra de todos, toma decisiones polémicas. Todavía está en la memoria colectiva la libertad del histórico etarra Antonio Troitiño. El presidente de la Sala, junto a sus dos compañeros, decidieron no aplicar la Doctrina Parot al preso, a pesar que esa norma fue ideada por otro magistrado de la Audiencia Nacional, Javier Gómez Bermúdez, y ratificada por el Tribunal Supremo. Al final tuvo que rectificar pero el terrorista ya había huido. 

Constantes enfrentamientos

Con Gómez Bermúdez, superior suyo durante años, también ha tenido sus más y sus menos. Compartieron tribunal en el juicio del 11-M y el protagonismo del primero no fue bien asumido por el segundo. La gota que colmó el vaso fue el libro de la mujer de Gómez Bermúdez sobre la instrucción y juicio del atentado terrorista, en el que se contaban conversaciones privadas que ambos jueces habían mantenido. Guevara llegó a presentar una queja escrita a quien, en ese momento, era presidente de la Audiencia Nacional, Carlos Dívar, además de rechazar la invitación para la presentación de la obra.

Los dos magistrados se han enfrentado en varias ocasiones por el mismo puesto, el de la presidencia de la Sala de lo Penal, pero Guevara siempre ha perdido en las votaciones en el Consejo General del Poder Judicial. 
En el 11-M, Guevara obtuvo un amargo protagonismo al insultar a las víctimas en un momento duro para ellas, que debían ver diariamente la cara de los verdugos de sus familias. El juez señaló en una entrevista que sintió “vergüenza ajena” cuando algunas víctimas que declararon en la vista oral condenaron al presidente del Gobierno cuando ocurrió la masacre, José María Aznar.
Los relatos sobre Guevara son innumerables. Sus enfrentamientos verbales con varios etarras, como Txapote o Iñaki Bilbao, son de sobra conocidos, al igual que sus sentencias absolutorias a los mismos por falta de pruebas, errores en las investigaciones o vulneración de derechos fundamentales. Lo chocante es cuando da ordenes, a través de exabruptos y gritos, a agentes de Policía, funcionarios de su juzgado o testigos. Encogido en su silla de presidente de tribunal y con los ojos casi cerrados, con actitud casi adormilada, salta como un resorte en cuanto ve o percibe algún movimiento o frase que le irrita. No es algo nuevo. Hace más de veinticinco años, con tan sólo 30 años, ya fue denunciado ante el CGPJ por el exceso o abuso de autoridad a abogados, testigos y detenidos.

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