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jueves, 29 de noviembre de 2012


EL BLOG DE ALSINA
La niña del ascensor, una metáfora de nuestra propia historia
  • Carlos Alsina |
  • Madrid |
  •  | Actualizado el 28/11/12

Les voy a decir una cosa.
Primero fueron los abuelos de Soria, ahora es la niña del ascensor. Arrasa en internet otro vídeo que, aunque ni siquiera sus creadores lo sepan, es un reflejo de nuestra crisis económica.



Si los abuelos de Soria triunfaron por haber dicho que no se debe gastar más de lo que uno ingresa -cinco años antes de que Rajoy se abonara a pronunciar esa misma frase en cada comparecencia-, la niña del ascensor triunfa porque nos divierte ver cómo los demás se llevan un buen susto. El vídeo, para aquellos de ustedes que aún no estén al tanto, es una broma de cámara oculta de una televisión brasileña que engaña a una víctima para que se suba a un ascensor que, en realidad, no va a ninguna parte y en el que fingen que se va la luz para colar por un lateral a una niña fantasmagórica -que hoy no se ha peinado- y que chilla más que Carme Chacón en el tren de la Bruja.
La única misión de esta niña-maldita es meterle miedo a las víctimas para que vuelvan a poner en marcha el ascensor (digamos que viene a ser como Olli Rehn con peluca). La gente, claro, se queda de piedra cuando ve por primera a la extraña criatura -se pregunta de dónde ha salido, si este ascensor no es para niñas muertas- pero cuando de verdad brinca de miedo es cuando ve que la niña respira.
Es una metáfora de nuestra propia historia. Estábamos todos tan felices en nuestra burbuja económica, creyendo que aquello subía y subía y subía, hasta que nos colaron de rondón a la niña del exorcista. Y sí, al principio nos dio un poco de susto, pero el pánico sólo nos entró cuando la niña pegó un berrido, es decir, cuando nos dimos cuenta de que no era una ilusión óptica, sino un marrón de dimensión cósmica. Fuimos los últimos en admitir que la crisis era más honda que la fosa de las Marianas y hemos sido los últimos en hincharle un flotador gigante a nuestro sistema bancario, obligándole primero a aflorar las pérdidas (con tanto cambio de criterio que  el personal terminó mareado) y acudiendo después a Bruselas a por un inflador: el dinero prestado que les hace falta a los bancos que no han podido reparar sus fisuras por sí solos.
La gran operación de reflotamiento bancario se anunció en junio con campanillas de urgencia, se dijo que el dinero europeo (hasta cien mil millones) llegaría deprisa, pero estamos en puertas de diciembre y aún no se ha transferido el primer euro. Si todo va bien --se dice ahora-- el primer desembolso europeo llegará el doce de diciembre, pasada la Purísima y pasado el último trámite que quedaba, que era fijar de manera definitiva de cuánto dinero estamos hablando. Ya hay cantidad porque ya hay planes específicos de cumplimiento obligado: serán 37.000 millones (bastante menos de los cien mil ofrecidos y en la parte baja de la primera horquilla que el Fondo Monetario Internacional fijó en junio, cuando habló de “entre 37.000 y 80.000 millones”) y serán para estos cuatro bancos: NovaGalicia, Catalunya Banc, el Banco de Valencia -en breve absorbido por la Caixa- y, sobre todo, Bankia, que es quien se lleva la cabeza del león del manguerazo financiero, 18.000 millones de euros. Es decir, los cuatro bancos intervenidos por el Estado y en fase de saneamiento antes de ponerlos a la venta.
Hoy se han producido dos exposiciones interesantes: la que ha hecho Almuniaen Bruselas para contar qué va a tener que hacer el Estado español con estos bancos (y los gestores de cada uno de ellos), y la que ha hecho Goirizolzarri -este Mourihno de la banca al que Rajoy sentó en el trono de Bankia para que reconstruyera la entidad con el dinero prestado por Europa-, para explicar, en sintonía con lo que manda Almunia, cómo se va a realizar el encogimiento del banco, tanto en estructura y en plantilla como en presencia en el capital de otras empresas.
Hubo un tiempo en que los banqueros sólo daban ruedas de prensa cuando compraban otro banco y presumían del tamaño que iba a tener la nueva compañía; ahora las ruedas de prensa -salvo contadas excepciones- son para anunciar recorte del beneficio, desinversiones o crudos planes de adelgazamiento. La plantilla de Bankialleva ya meses con la mosca tras la oreja pero hoy ha escuchado a su presidente emitir sentencia: a lo largo de los tres próximos años prescindirá de una de cada tres oficinas y de uno de cada cuatro empleados. Seis mil despidos y mil oficinas cerradas. Esta tarde ha informado la dirección del banco a los sindicatos y se abre ahora una negociación para ver bajo qué fórmulas se procede a esa dura reducción de plantilla.
Hoy no está siendo, como cabe imaginar, un día grato para los miles de empleados de este banco que no dejan de ser eso, empleados de una compañía que se dedica al negocio bancario, no banqueros. Queda también establecido quiénes perderán dinero en esta última fase del saneamiento. Los accionistas ya palmaron, ahora les toca a los que invirtieron en preferentes: pierden el 40 % de lo que invirtieron y el sesenta restante se les entregará convertido en acciones, con el efecto colateral previsible de que muchos de estos clientes que invirtieron vendas sus acciones y se lleven a otro banco sus cuentas. Eso de que la banca siempre gana es una frase comodín que servirá para los casinos, pero no para el negocio financiero. Dile tú que la banca siempre gana a los accionistas de Bankia o a los clientes que compraron preferentes, es decir, que invirtieron en banca.
El plan de obligado cumplimiento que ha presentado Almunia incluye la desaparición a medio plazo (cinco años) de NovaGalicia CatalunyaBanc, es decir, los bancos resultantes de la fusión de las cajas gallegas y de las cajas catalanas que lideró Caixa Catalunya, la de Narcís Serra (no confundir con La Caixa, que es la de Fainé y que se queda ya con el Banco de Valencia). NovaGalicia CatalunyaBanc serán vendidas a quien presente la mejor oferta. Termina, por tanto, la aventura de continuar camino en solitario que habían intentado los nuevos gestores del banco gallego, Castellano González Bueno, arropados por empresarios gallegos que pusieron dinero cuando el gobierno gallego les pidió que lo hicieran (no fue el caso de Amancio Ortega) y sin que haya llegado a producirse la inversión de los fondos internacionales con los que Castellanodijo contar pero que, a la hora de la verdad, nunca se retrataron. El empeño por mantener una entidad financiera gallega tras aquella fusión de CaixaNova y CaixaGalicia en la que el gobierno autonómico ejerció de casamentero, ve confirmado su fracaso 24 horas antes de que Núñez Feijoo sea investido, de nuevo, presidente de la Xunta. No habrá banco gallego. La sede social, dentro de cinco años, estará probablemente en Madrid o en Barcelona.
Y quedará rematado para entonces, o de eso se trata, esto que se dio en llamar el reordenamiento del sector bancario o reforma del sector financiero, que nunca fue otra cosa que cuántos bancos pueden sobrevivir, bajo qué fórmulas y con cuánto dinero inicial de flotador, de asistencia pública. Así quedará finiquitada esta historia de vaivenes y disimulos, de ocultaciones y cambios de criterio, al cabo de tantas cuentas y tantas malas excusas que resultaron ser menos creíbles que la taquilla del Madrid Arena.



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