Cristina Kirchner y la herencia secreta de su difunto marido
Un libro revela cómo la presidenta se hizo con el patrimonio oculto fruto de la corrupción «K»
Franco Lindler le sigue los pasos al «kirchnerismo» desde hace ocho años. En ese tiempo, trabajando para la revista «Noticias», logró hacer acopio de un jugoso material periodístico. Con este bagaje se animó a escribir un libro que califica como «la primera biografía política y emocional no autorizada» de la presidenta de Argentina. El título ilustra buena parte del contenido: «Los amores de Cristina». En él descubre la obsesión de la viuda de Néstor Kirchner por localizar una fortuna oculta que su marido tenía detallada en «diez libretas». También describe el patrón de hombre que le gusta a la protagonista de esta historia, su relación, a veces turbulenta, con su «socio y compañero de toda una vida» y otros detalles picantes.
Amantes, favoritos, dinero, negocios y poder son los ingredientes que forman la vida de una «mujer de carácter, con personalidad», advierte su autor. Esas mismas características se repiten en los hombres que elige en política. El problema, asegura Lindler, es que la pasión o el capricho «le duran poco porque termina desencantada de ellos».
Existe un diálogo entre el actual vicepresidente, Amado Boudou, y un banquero, Jorge Brito, al que la jefa del Ejecutivo había enfilado convencida de que estaba detrás de una «corrida cambiaria» para desplomar el peso. «Contale a la presidenta que no tengo nada que ver con eso», le pide el banquero a Boudou. «No te hagas problema –le reponde el vicepresidente–. Hablo con la mami y lo resuelvo», relata el autor. Lo que no sabían los interlocutores es que los teléfonos estaban intervenidos y «la mami» escuchó el diálogo. «Fue el principio del fin de Boudou», asegura Lindler.
Los rumores sobre un posible idilio entre la número 1 y el número 2 del Gobierno argentino corrían como la pólvora en Buenos Aires, pero hasta ahora nadie se había atrevido a recogerlos en un libro. «El gobernador de la provincia de El Chaco, Jorge “Coqui” Capitanich, estaba convencido de que sería el elegido para acompañar a Cristina en las elecciones como vicepresidente. Se enteró un par de horas antes de que la presidenta hiciera el anuncio de que sería Boudou».
Decepcionado, le confesó a un periodista: «La política tiene lógica. Lo de Boudou como vicepresidente no, pasa por otro lado». El comentario le sirve a Franco Lindler para interpretar que «Capitanich reconocía que entre ellos había algo más». Lo curioso de este asunto es que Boudou tenía y tiene novia. «Supongo que no dio crédito», dice para justificar que Agustina Kämpfer siga con el exfavorito de la presidenta.
«Se mezclan las haciendas»
Los validos de la reina de la política son diferentes a los favoritos con los que se le atribuyen relaciones sentimentales, aunque en ocasiones, según expresión argentina, «se mezclan las haciendas». Las infidelidades a las que apunta «Los amores de Cristina» son recíprocas. Esto es, como los Reyes Católicos, tanto monta, monta tanto… «Yo no puedo demostrar que existieran, pero facilito todos los datos para que el lector saque sus propias conclusiones», comenta el autor. En este escenario, Lindler recoge la confesión de la última amante de Kirchner, Miriam Quiroga. La entrevista la publicó en la revista «Noticias» poco tiempo después de morir el expresidente. Chismes aparte, el valor añadido de aquel reportaje, en el fondo, era otro. «Creo que habló porque quería mandar un mensaje. A Cristina le fueron con el cuento de que era la amante y ordenó que la despidieran. Hasta su muerte era una persona clave para Kirchner, su secretaria personalísima. Le organizaba la agenda, las citas… Era la puerta para verle», asegura Franco antes de dar el dato que le habría garantizado inmunidad a «la otra» de Néstor Kirchner: «Se quedó con dos agendas manuscritas». Las «libretas» guardan los secretos de Kirchner, «escribía en diminuto y con tinta negra». Decía que así el otro no podía ver lo que anotaba y, además, «no me las pueden hackear». En ellas, continúa el autor, están «todos los arreglos, negocios, intercambios y acuerdos comerciales. Por eso –tras su fallecimiento– Cristina y su hijo Máximo estaban desesperados por encontrarlas». Llegado ese punto, la presidenta quería reclamar «el patrimonio oculto, la herencia que consideraba propia y no encontraba».
Máximo Kirchner localizó «ocho cuadernitos, pero le faltan dos, los que tiene Miriam Quiroga guardados en una notaría», advierte. «Con ese material, recuperado por Máximo, Cristina les fue pasando factura a algunos de los amigos y socios de su marido. Los que se resistieron o no lograron convencerla con aquella expresión de ‘‘esto lo arreglé con Néstor” fueron cayendo en desgracia». Es el caso de Rudy Ochoa, exchófer de Néstor Kirchner. Convertido en multimillonario y empresario de medios de comunicación de la noche a la mañana, «le han retirado las subvenciones estatales y, como otros, ya no es persona grata».
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