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sábado, 20 de julio de 2013

No a los trasnochados energéticos

Es increíble que en pleno siglo XXI hay quienes todavía tienen en mente a los viejos nacionalismos trasnochados del siglo XIX. Las empresas  petroleras más rentables en el mundo son empresas privadas, empresas en donde son fundamentales los derechos privados de propiedad (el derecho de posesión, usufructo y transferencia). Las empresas estatales petroleras son un ejemplo de desastre financiero como PEMEX y Petróleos de Venezuela (PDVSA). Esta última era muy rentable hasta que el socialista trasnochado de Hugo Chávez decidió expulsar a los inversionistas y socios privados de la petrolera venezolana.

 Las empresas “estatales” petroleras exitosas (muy pocas) como PETROBRAS, China Petroleum, y la petrolera estatal de Noruega, los son porque en buena medidas son públicas, es decir, atraen capital del público vía  los mercados de capital. Estas empresas tienen colocado buena parte de su capital entre inversionistas privados, trabajadores propios y fondos de inversión.  De ahí que para ser rentables tienen que manejarse como verdaderas empresas privadas y rendir cuentas a sus acionistas, es decir, ser manejadas con criterio económico y no político, y menos con sindicatos corruptos como el de PEMEX.  

Es tiempo de realizar una verdadera reforma energética que implique abrir a la inversión privada, nacional y extranjera, a sectores de la nefasta paraestatal Pemex tales como pemex petroquímica, pemex gas y pemex refinación. No es un asunto de "privatizar" Pemex como el partido comunista y corrupto del PT  quiere hacer creer. Es un asunto de modernizar a una paraestatal que se encuentra estancada y quebrada. Lo ideal para los mexicanos sería abrir todo el sector de energéticos a la competencia abierta, pero esto es un sueño guajiro, pues la mayoría de los mexicanos siguen pensando en el viejo y obsoleto nacionalismo revolucionario que impuso el PRI  durante más de 70 años, estatismo enfermizo en todos los sectores de la economía.

La mayoría de los mexicanos piensa que nuestra riqueza debería basarse en los recursos naturales como el petróleo, cuando realmente la riqueza de las naciones avanzadas se sustenta con base en la economía del conocimiento, es decir,  con base  en innovaciones tecnológicas y científicas. De ahí que buena parte de las naciones con petróleo están en la miseria. Las naciones ricas han entendido que lo importante es el conocimiento, la innovación de los particulares (ojo, porque los trasnochados estatistas como Marcelo Ebrard piensan que la investigación científica, la innovación tecnológica, deben de provenir del gobierno, error garrafal, pues los gobiernos no crean riqueza, sólo chupan impuestos de las personas productivas, de las empresas, de los particulares quienes son realmente los verdaderos innovadores). Las patentes innovadoras provienen del sector privado, jamás del gobierno. Ahí están ya políticos estatistas trasnochados como Marcelo Ebrard exigiendo un “debate”  sobre los cambios  constitucionales para la reforma energética. A Ebrard  (quien nunca pagó por su artero crimen de los jóvenes del News Divine), se le olvida que tenemos años de debatir y demostrar que Pemex requiere de una verdadera reforma, que Pemex es una empresa que sin apoyo de los contribuyentes ya estaría quebrada y sin poder funcionar (no por nada, a lo largo del año pasa varios meses sin pagarle a  sus trabajadores y lo mismo para sus pensionados, a los que a la mitad del año les suspende su pago, para reanudarlo hasta noviembre o diciembre).

Y por favor, no basta con que a Pemex se le dejen de cobrar los abusivos impuestos del gobierno, es necesario cambiar sus incentivos y ello pasa por cambio en la constitución que permita que Pemex se maneje como una empresa verdaderamente productiva (cosa que el estatista Ebrard jamás entenderá), que Pemex sea rentable y produzca más con menos de su onerosa burocracia.

Es hora que los políticos hagan su trabajo y se salten a trasnochados socialistas como Ebrard, es hora de realizar una verdadera reforma energética.

Escribió Godofredo Rivera.

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