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martes, 27 de agosto de 2013

Egipto: Encrucijada política y deriva económica

Egipto: Encrucijada política y deriva económica

La crisis económica que vive Egipto a consecuencia de la revolución y en menor medida debido al impacto de la crisis internacional ha servido como catalizador de una ola de descontento vinculada al desempeño del gobierno de Morsi. El debate sigue abierto bajo una profunda división ideológica y política entre quienes rechazan el golpe y la otra parte de la población civil que percibe el islam político y a la Hermandad como una amenaza para el orden y la estabilidad del país.
Recordemos rápidamente que el modelo de socialismo árabe de Nasser dejo a su muerte a un estado centralizado que controlaba la economía. Las consecuentes reformas de Sadat (infitah) y su tímido intento de apertura permitieron la emergencia de una pequeña burguesía económica y la llegada de inversiones extranjeras. Mubarak también movió ficha para favorecer una economía de corte liberal iniciando una serie de reformas para liberalizar la economía en el año 2004. Dichas reformas favorecieron un crecimiento acelerado, para el período 2005-2007 el PIB creció a un ritmo del 7%.

El coste económico del cambio político y las políticas de gobierno

Después de la caída de Mubarak el gobierno egipcio aseguro que el país había perdido 6.200 millones de dólares como consecuencia del parón económico. El sector turístico, una de las fuentes de ingreso más importantes del país perdió a 1.200.0000 turistas. La inestabilidad política se tradujo en una caída del PIB a un 1,8% para 2011 en una economía que venía creciendo a un ritmo del 4% anual. El PIB cayo un 2,2% en 2012 y un 5,1% desde el inicio de la revolución (2010-2011).  Además, las reformas económicas que venían en curso quedaron suspendidas a la espera de la formación del nuevo gobierno.
Egipto 3Desde el inicio de la revolución hasta junio de 2012 el país fue dirigido por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF por sus siglas en ingles) que nombro a un gabinete de gobierno provisional hasta la realización de las elecciones en  junio de 2012 cuando el candidato del partido Justicia y Libertad; Mohamed Morsi gano las elecciones. Las autoridades del país se habían embarcado en una política fiscal expansionista durante el año 2011 para responder a las demandas revolucionarias. Para ello se aumentó el déficit fiscal de 1,3% a un 9,4% del PIB y así mismo se incrementó la deuda interna del 67% del PIB al 70% con el objetivo de financiar el déficit fiscal. Un cuarto de los gastos del gobierno durante el período 2010/11 fueron destinados a los subsidios energéticos- gas, agua, y a la comida. Rápidamente el gobierno de Morsi se vio entre la espada y la pared  en el aspecto económico, político y social. A a su llegada se encontró con una economía estancada y con una deuda interna abultada. Debía reiniciar rápidamente las reformas económicas que habían quedado pendientes para desbloquear un préstamo de más de 4.800 millones de dólares de FMI, necesario para reactivar la economía. En la arena política se daba inicio a una encarnizada lucha con las antiguas elites y con el bloque de partidos de la oposición y en el aspecto social debía enfrentar la creciente frustración de la población que demandaba cambios rápidos.
Frente a este panorama es lógico que el gobierno de Morsi quisiera retrasar algunas de las reformas económicas que exigían la liberalización de la economía; subida de impuestos y tijeretazo a los subsidios a los alimentos y combustible, que en definitiva ayudaría a incrementar más el clima de tensión y creciente descontento popular ocasionado por la inflación y el aumento del desempleo. El asesor en materia económica, Abdalhafez Elsawy, del partido Justicia y Libertad reconoció en el encuentro “Economic Agendas of Islamic Actors“, celebrado en el mes de julio  de 2012 en la sede del IMED en Barcelona España, que después de la revolución había aumentado el paro, se había incrementado la inflación y se había estancado la economía y que entre las medidas que tomaría el ejecutivo se encontraba la lucha contra la corrupción y el apoyo al sector privado.
El clima de descontento popular por la dura situación económica fue incrementándose catalizado además por recurrentes cortes eléctricos en zonas residenciales y zonas industriales, escases de combustible y la total ausencia fuerzas de seguridad de las calles, abriendo paso al vandalismo, al robo y a la violencia. El pueblo, no cabe duda, se sintió defraudado por el incumplimiento de las promesas electorales de Morsi que solo pudo maniobrar para retrasar las duras medidas económicas demandadas por el FMI. Se sumaba la tensión mediática encargada de demostrar el riesgo de las reformas políticas de Morsi, las cuales apuntaban a una creciente centralización del poder por parte de la Hermandad.
También hay que resaltar que el ejercicio del poder para Morsi ha estado marcado por la existencia de grandes trabas por parte de las antiguas elites políticas y económicas del país.  Después de más de medio siglo en el poder, la economía ha sido manejada por una casta de militares y una creciente burguesía vinculada a esta. Dichas elites  cerradas han percibido como una gran amenaza la transición política. En añadidura el partido de gobierno durante el mandato de Morsi no supo gestionar el ejercicio del poder, años en la oposición y la clandestinidad han dejado como resultado una Hermandad con gran capacidad de movilización ideológica, pero con gran inexperiencia en la negociación política en un entorno hostil por excelencia al pensamiento islamista  y que además enfrentó grandes retos en materia económica.
La mala gestión económica y el riesgo de la instauración  de una posible autocracia islámica dirigida por la Hermandad han sido los factores claves en la justificación del golpe como un paso fundamental para reconducir la revolución del pueblo hacia sus objetivos iniciales y ha sido la razón por la cual muchas personas salieron a manifestarse el 30 de junio. La campaña mediática ha sido intensa y los Tamarrud, movimiento surgido de la noche a la mañana, han organizado infinidad de protestas en la calle y recogida de firmas a nivel nacional para reclamar la caída de Morsi entendida como demanda de todo un pueblo. El golpe de estado, ocurrido el 03 de julio, reafirma el modelo de poder que ubica a la élite militar como guardiana del orden político y económico, las elites secundarias se amplían incluyendo ahora a la constelación de partidos de oposición agrupados en el Frente Nacional de Liberación, quienes han dado firme apoyo al golpe de estado y una vez más la Hermandad pasa a ser un elemento de amenaza a la estabilidad política y económica que solo es capaz de brindar el estamento militar ahora al mando del nuevo hombre fuerte Abdel Fatah Al Sisi.

¿Transición comandada por los militares y desarrollo económico?

Egipto1Los militares regresan con mano dura, las elites económicas se recomponen y dejan de lado el discurso de miedo y la sensación de amenaza del orden y estabilidad económica. Es innegable que muchos egipcios piensan que es mejor comenzar de cero el proceso revolucionario vigilado de cerca por la bota militar y alejado del gobierno islamista. Las duras reformas económicas ahora quedarán pendientes a la espera de resolver la delicada situación de inestabilidad política. La crisis actual parece reducirse a una guerra entre el estamento militar y la Hermandad- ahora declarados terroristas- en una especie de caza de brujas cuyo objetivo es la eliminación de estos últimos de la vida pública. Habrá que esperar a ver la reacción del pueblo que aún parece confiar en que la revolución abrirá el camino a una mayor igualdad social y reducción de la pobreza una vez se apliquen las reformas económicas pendientes, pero bien sabemos que el paquete económico del FMI normalmente trae más pobreza, desigualdad e inestabilidad.
El futuro económico de Egipto es incierto y la inestabilidad política y creciente represión solo arroja más incertidumbre con respecto a la posibilidad de una transición hacia la democracia y crecimiento económico con justicia social, en un país donde el estamento militar sigue controlando el recurso político y económico en base a una lógica de élites cerradas y donde queda en duda si el pueblo podrá volver a manifestarse en Tahrir  de la misma manera que lo hizo el 30 de junio, si en el mediano plazo las exigencias tanto económicas como políticas de la revolución no se cumplen.

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