¿Por qué los países fríos tienden a ser más ricos que los más cálidos?
Si marcáramos una franja de tres mil kilómetros de ancho en torno a la Tierra a la altura del ecuador, no se vería en su interior ningún país desarrollado“, John Kenneth Galbraith
Uno de esos hechos empíricos obvios cuando se contempla el devenir económico de los diferentes países es lo que se conoce como
“Paradoja Ecuatorial”, que viene a decir que, tomados en su conjunto,
los países más cercanos al Ecuador tienen niveles de renta per cápita más bajos que los países de zonas más templadas. Si miramos un mapa del mundo en términos de renta per cápita, se advierte que los países ricos se encuentran en las zonas templadas, mientras que los países pobres se sitúan en los trópicos y semitrópicos. Resulta cuando menos sorprendente que hasta un 70% de la varianza en las tasas de crecimiento entre los países se explique por una sola variable exógena:
la latitud, la distancia al Ecuador. Y la cuestión que ello plantea es la de si, al margen de todo lo demás (capital, educación, tecnología, etc., etc.), no habría una suerte de determinismo geográfico, una especie de restricción insalvable de la naturaleza. De hecho esta cuestión no es nueva y fue abordada ya en un
artículo publicado en la revista Scientific American liderado por el renombrado economista norteamericano Jeffrey D. Sachs en el año 2001.
Los países cálidos que rodean el Ecuador reciben más horas sol y en consecuencia más energía solar. Al menos en teoría, su agricultura debería ser más productiva. Más sol significa más cultivos, menos gasto en calefacciones y en muchos casos más materias primas, la vida allí, por tanto, debería resultar más sencilla que en otras latitudes. Pero la realidad nos muestra que las cosas no suceden de esa forma. Es un hecho que los países donde hay hambre son los países más cálidos de la Tierra, los que están situados entre las latitudes tropicales. Estos países son por un lado,
más vulnerables a sequías o inundaciones -a la violencia meteorológica- que los países del norte. Pero por otro lado existe la paradoja de que, en términos históricos, son países más fértiles que los fríos; están menos a merced de los cambios bruscos estacionales. Una persona que no tiene ingreso alguno va a poder sobrevivir por su cuenta en la selva del Congo. Va a poder encontrar comida en los árboles con más facilidad que una persona sin ingresos en los bosques de Finlandia. En tiempos prehistóricos, vivir en el Congo en vez de en Finlandia era una ventaja.
Por supuesto, hay excepciones. Entre los países fríos, Rusia, Corea del Norte y otros estados de Europa del Este no son tan ricos. Pero buena parte de ello se debe a décadas de mala gestión y planificación económica. También hay excepciones en el sur, como es el caso de Singapur o de Hong Kong. Pero, en general, la regla parece aplicarse incluso en países pertenecientes a diferentes culturas a lo largo de todo el planeta. Japón, Corea del Sur, Europa, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia – regiones frías y templadas del mundo – tienden a ser las regiones más prósperas del planeta. En América del Sur, Chile y Argentina, los dos países más fríos de la región, pese a que no puede decirse que pertenezcan a la élite económica del planeta tienen una situación económica mucho mejor que la mayoría de sus vecinos continentales.
El determinismo geográfico a la hora de explicar la cultura, el tipo de instituciones políticas o el desarrollo económico cuenta con una larga historia. Para Aristóteles, por ejemplo, los lugares más montañosos y estériles promovían gobiernos democráticos, en tanto que los más fértiles se dotaban de gobiernos aristocráticos. En el siglo XX, Jared Diamond en su magnífica obra “Gérmenes, Armas y Acero”, se adscribe en buena medida a una suerte de determinismo geográfico que explicaría las grandes líneas que ha seguido el desarrollo económico en el curso de la historia.
Sucede que las diferencias observadas en el nivel de desarrollo económico en función de la latitud
no sólo se dan entre países sino también dentro de los países. El
sur de España,
Italia, Estados Unidos, México o de los
Balcanes han tenido y tienen mayores problemas en relación al crecimiento económico que las regiones más norteñas (obviamente, esto sucede en el Hemisferio Norte, en el Hemisferio Sur, la relación es la inversa). Incluso a nivel continental, por ejemplo en Europa, los países ubicados en el norte tienden a ser más ricos que los países ubicados en el Sur y en el Mediterráneo.
¿Por qué algunos países son ricos y otros pobres?
Podríamos postular que sociedades pobres son aquellas que no han completado – o no han iniciado – su revolución industrial y tecnológica. Para algunas sociedades, esta revolución,conjuntamente con la emergencia de instituciones públicas y privadas sólidas, toma más tiempo que para otras, produciéndose entonces diferencias detectables en la riqueza acumulada entre las sociedades. Según esta visión de la historia, es el tiempo y la acumulación de conocimientos y tecnologías, lo que permitirá a las naciones pre-industriales emprender su industrialización y crecimiento económico.
Said al Andalusi, un sabio árabe quien ejerciera como juez en Toledo hasta su muerte en el 1070, clasificó a los pueblos del mundo en tres grandes categorías, basado en la zona geográfica donde habitan:
1- Los habitantes de latitudes temperadas, como los hindúes, persas, caldeos, griegos, romanos, egipcios, judíos y árabes que lograron desarrollar culturas que fomentan la ciencia. (No incluyó a los turcos ni a los chinos en esta lista, ya que a pesar de haber desarrollado una artesanía muy sofisticada, el no consideraba que un mero desarrollo tecnológico contaba como ciencia).
2- Habitantes de zonas frías del norte, que eran gentes rubias y estúpidas, debido a que los rayos del sol eran escasos en esas regiones.
3- Habitantes de zonas calientes del sur, que eran gentes negras y tontas, debido al exceso de radiación solar a la que están sometidos.
Según el sabio árabe Ibn Khaldun (fallecido en 1406), esta diferenciación de caracteres humanos identificada por Said al Andalusi no era debido a raza, religión o cultura, sino era causada exclusivamente por el clima al que estaban sometidos los individuos. Esto es, un negro que se asienta en un país de rubios, eventualmente se convierte en rubio. Hoy en día son pocos los que mantienen ideas tan radicales sobre el impacto del clima en la personalidad de las gentes. Pero ciertamente, el clima y la geografía que lo condiciona, debe de tener un impacto sobre las gentes y su cultura.
La distribución de la población humana sobre el planeta no es uniforme. Los humanos preferimos estar cerca del mar y de los grandes ríos y nos gusta vivir en ciertos rangos climáticos. La intensidad de luz en áreas cercanas al Ecuador con alta densidad poblacionales menor que en áreas sub-tropicales o templadas con densidad poblacional equivalente. Esto es, el clima, determinado por la geografía afecta de alguna manera el desarrollo industrial de una sociedad.
Países localizados a distancias grandes del Ecuador tienden a ser más ricas. Ello sugiere una correlación positiva muy fuerte entre clima, determinado por la latitud y riqueza de la nación. Expresado de otra manera: países con alto ingreso per cápita se localizan a gran distancia del Ecuador geográfico y por ello poseen climas más templados. Países localizados en áreas donde prevalecen climas cálidos (cerca del Ecuador) tienden a ser más bien pobres.
Algunos autores han involucrado a las razas que habitan los diferentes climas como la causa subyacente para explicar esta diferencia en habilidades de acumular riquezas. Sin embargo, la historia de las migraciones pasadas y presentes nos muestra de forma contundente que las diversas razas pueden adaptarse a cualquier clima al que migran.
¿Qué determina que climas más templados favorezcan el desarrollo industrial y la acumulación de riqueza?
El calor severo, la ausencia de lluvias o, por el contrario, las precipitaciones extremadamente fuertes, las enfermedades parasitarias y debilitadoras, los suelos poco profundos y con pocos nutrientes por su excesivo “lavado” por la lluvias torrenciales, la ausencia de heladas invernales que acaban con organismos dañinos y las deficientes condiciones naturales para el transporte, se han considerado situaciones climáticas o asociadas a ellas que directamente obstaculizan la consolidación de una dinámica de crecimiento. La existencia de estaciones diferentes durante el año, especialmente la presencia de un invierno frío, motiva el ahorro y el uso planificado de los recursos. Estas actitudes, al ser compartidas por amplios sectores de la población, favorecen un crecimiento económico acelerado de la sociedad. Como contraste, las sociedades que habitan climas tropicales no requieren tanto del ahorro y de la planificación del uso de los recursos. En climas tropicales, la posibilidad de arreglar un lugar para dormir y la presencia frutos, tubérculos comestibles y otros alimentos, es prácticamente constante durante el año. Ello hace que climas templados sean más favorables a la formación de valores, como el ahorro y el trabajo, indispensables para el exitoso funcionamiento de una economía industrial.
En una sociedad que habita en un clima templado, con marcadas estaciones, es generalmente ventajoso el acumular recursos para sobrevivir la estación de invierno. Esta misma acumulación de bienes en una sociedad tropical puede ser muy perjudicial. Los bienes, si son perecederos, se pudren, acumulan plagas y enfermedades. Por tanto, su almacenamiento malgasta esfuerzos mejor empleados en otra actividad. Tan fuerte es esta limitante climática a la conducta de acumulación de capital que inclusive afecta la conducta de almacenamiento de recursos en animales y plantas. Como cuenta Jared Diamond en su libro sobre la evolución de las civilizaciones, los humanos que habitan los países más fríos e inhóspitos se ven obligados a buscar formas de conservar la comida para el invierno, de planificar para el futuro. Por ejemplo, antes de la refrigeración, utilizando la sal. Esta necesidad de conservar hizo que la relación con la comida se volviera más sofisticada en los países del norte que en los del ecuador o el sur.
Jared Diamond postula que
la presencia de parásitos, enfermedades y plagas, como por ejemplo la malaria y el mosquito Anopheles que la transmite, impiden la formación exitosa de culturas industriales, como parece ser el caso de vastas regiones del África y partes de América y Asia tropical. Esto es, no solo la distribución de especies, potencialmente benéficas al hombre, sino también aquellas que lo dañan y parasitan, afectan de forma fundamental su capacidad de establecer sociedades y economías exitosas.
Países tropicales como Brasil y los Tigres Asiáticos como Hong Kong, Malasia, Singapur, Taiwán, reconocieron las limitaciones tropicales e invirtieron sumas importantes en salud, planificación familiar y desarrollo económico no agrícola, logrando algunos de ellos saltar la brecha para alcanzar a los países más desarrollados del mundo. Por otra parte el clima y la prevalencia de enfermedades a él asociadas fue un factor determinante en la decisión de los colonizadores occidentales a la hora de establecer o no enclaves permanentes donde desarrollar de modo completo sus vidas. Ello habría tenido a largo plazo unos efectos claros sobre el crecimiento económico de esos países una vez lograron su independencia.
La idea es que en las zonas ecuatoriales con elevadas tasas de mortalidad, la dificultad para vivir llevó a los colonizadores a no plantearse la posibilidad de “quedarse a vivir” para siempre en los territorios que colonizaban, consecuentemente el diseño institucional de las colonias situadas en zonas tropicales se caracterizó por el establecimiento de instituciones dedicadas simplemente a extraer los recursos valiosos de la zona cuanto más rápidamente mejor pues la vida allí era para los europeos dura y peligrosa; en tanto que enclaves permanentes con “instituciones favorecedoras de las actividades productivas” fueron típicos de zonas templadas como Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda.
La entropía es otro factor que puede explicar las diferencias en el crecimiento económico entre climas diferentes. En climas cálidos, el sistema tiene más entropía. Los recursos se degradan con mayor rapidez, las telas se deshacen antes, las hierbas invaden más pronto los cultivos, las carreteras requieren de mayor mantenimiento, las maquinarias se desgastan más pronto, los humanos se enferman más frecuentemente, el trabajo cansa más. Esto es, la temperatura del medio ambiente afecta la tasa de reposición del capital. Un mayor requerimiento de capital para producir una cantidad de utilidad dada produce una velocidad de desarrollo económico menor, comparada a climas más templados donde la entropía es menor.
La geografía podría afectar al crecimiento no sólo desde la oferta sino también desde la demanda. Y esto, en principio, suena raro, muy raro, pues vendría a decir que el obstáculo al crecimiento lo pondría no la naturaleza externa a los individuos sino la propia naturaleza de los individuos que “no demandarían” crecimiento económico. Todos los modelos de crecimiento económico “esconden” un supuesto común: suponen implícitamente que
los individuos de todos los lugares del mundo responden a los mismos incentivos de la misma manera, es decir, que la “naturaleza” humana no varía según los lugares. Pues bien, el determinismo geográfico por el lado de la demanda se cuestiona este supuesto, y en su lugar, afirma que la respuesta de los individuos a los mismos incentivos es distinta no, o mejor dicho, no sólo por razones culturales o institucionales sino por dónde vivan, por el clima del lugar donde habitan.
La idea no es nada complicada y forma uno de los estereotipos más extendidos entre la gente común: la gente que habita en los países tropicales se toma la vida con tranquilidad, y no necesita tanto crecimiento. Hay quien sugiere que la razón última de esta actitud estaría en que la necesidad de mantener el equilibrio homeostático (una temperatura corporal en torno a los 36,5º) lo que hace que los seres humanos que habitan en diferentes latitudes tengan sustanciales diferencias a nivel bioquímico que se traducen en distintos comportamientos económicos.
Este es el punto de partida de Philip Parkeren su libro Physioeconomics. The Basis for Long-Run Economic Growth (2000) donde defiende lo que él llama como Fisioeconomía, la incorporación al análisis económico de las restricciones que las necesidad de adaptación fisiológica pone a los comportamientos humanos. Para la Fisioeconomía, las motivaciones psicológicas que están detrás de los comportamientos individuales están guiadas en último término por mecanismos fisiológicos corporales que buscan siempre la regulación homeostática. Dicho con otras palabras, el cuerpo tiene sus exigencias, y esas exigencias (vía tasas metabólicas, hormonas, neurotransmisores, etc) se plasman en motivaciones psicológicas (preferencias) que actúan como un marco para los comportamientos económicos. Así, en los países tropicales, el equilibrio homeostático se consigue con niveles mínimos de aportación calórica y mínimos niveles de esfuerzo para vestirse y proveerse de alojamiento.
En los países fríos, por el contrario, la homeostasis requiere niveles más elevados de consumo de alimentos así como mayores niveles de esfuerzo para garantizarse vestido y alojamiento calientes. En consecuencia, la demanda de desarrollo económico es mucho mayor en climas templados que en los cálidos debido, en último término, a estas necesidades fisiológicas. Algunas conclusiones a las que llega Parker son valiosas y útiles. Así, por ejemplo, señala que las comparaciones de niveles de vida entre distintos países no sólo han de tomar en cuenta las diferencias de renta o poder de compra, sino también la diferencia en las calorías necesarias para mantener el cuerpo. Un adulto que consuma 1200 calorías por día en un país tropical está mejor física y psicológicamente que un adulto que consuma esas calorías en un país frío.