Bosnios combatientes en Siria: ¿una hermandad religiosa o una deuda pendiente?
Después de dos años del despertar social en países del norte de África y Medio Oriente, conocido como la Primavera Árabe, uno de aquellos Estados que ha resistido los embates de la rebelión es Siria. El ejército del Presidente Bashar al-Assad ha combatido a las fuerzas revolucionarias más de lo esperado por la media internacional. A lo largo de casi dos años, los esfuerzos de resistencia y oposición han sido sobrehumanos y la destrucción de ciudades y familias no ha sido motivo para detener el combate. Pareciese entonces, que ninguno de los frentes está dispuesto a ceder un metro, pero los daños en la población y en las tropas mismas han sido incisivos.
El mundo musulmán se ha colocado en las últimas décadas como una faz de contraste en relación con el mundo dominante de la actualidad: el occidental. A pesar de las diferencias presentes en globo islámico, la población musulmana ha tendido a la unión y la cooperación. Esta hermandad puede ejemplificarse con la cadena de eventos sucesivos en el inicio de la Primavera árabe; nos referimos al inicio en Túnez y la sucesión en Libia, Egipto, Bahréin y finalmente Siria. ¿Pero qué ocurre cuando este apoyo entre la comunidad musulmana se extiende a la financiación para gastos de guerra y la exportación de hombres de combate? Deberemos entonces trasladarnos a otro punto de fuego en el mundo.
Una historia de solidaridad y proselitismo
Después de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto en la antigua Yugoslavia de principios de los noventa, ha sido la guerra en Europa con mayor número de decesos y aberraciones. Un conflicto surgido por intereses individuales, diferencias étnicas y religiosas, que culminó en la destrucción parcial de un país entero y cientos de miles de muertos. Sin embargo, no aunaremos información referente a las causas, sino que hablaremos del apoyo internacional que la comunidad “bosniaka” recibió a lo largo del conflicto.
Recordemos que mientras Croacia conservaba un soporte económico destacable dentro de Yugoslavia –más el apoyo del mundo occidental-, y Serbia poesía todo el respaldo militar en equipo y hombres, Bosnia quedaba muy detrás en búsqueda de una guerra equitativa. Sumado a ello, geográficamente Bosnia estaba destinada al tiroteo, quedando en medio de los dos grandes flancos. Orillados a una estrategia distinta a la de Croacia y Serbia, la población bosniaka (bosnios musulmanes), optaron por la reorganización paramilitar, copiando el estilo de los combatientes afganos en la guerra con la Unión Soviética.
El apoyo del mundo islámico no tardó en llegar. Según los números de los Estados Unidos y la OTAN presentes en el conflicto, los combatientes “mujahideen” (musulmanes que practican el yihad; es decir, morir por la causa de Allah) provenientes del extranjero que se alistaron con la armada bosnia, alcanzaban los 1,400 hombres. Sin embargo, según los reportes de la propia armada bosnia, el número se extendía a más del doble.
La financiación para la compra de armamento y el envío de hombres de combate provino principalmente de países como Arabia Saudita, Yemen, Argelia y Egipto. Pero la exportación de hombres a Bosnia no sólo contemplaba cuerpos de combate, también de estrategia militar y propagación del Islam sobre tierras balcánicas. En aquellos momentos, extremistas islámicos de los países mencionados, consideraban que en Bosnia se practicaba un Islam distorsionado que no cumplía con las normas estrictas del Corán. La ayuda llegaba entonces, para salvar la vida de aquella comunidad y reorientarlos por el sendero de la fe, antes de la llegada del juicio final. Algunos de aquellos hombres que llegaron al actual territorio de la Federación de Bosnia Herzegovina, fueron Abu Al-Ma’ali, Sheikh Anwar Sha’ban.
Ayudantes extranjeros
El primero de ellos, también conocido como Abd Al-Qader Mukhtari, miembro de la organización yihad argelina GIA -catalogada como terrorista por el gobierno norteamericano-, se convirtió en comandante del destacamento Al-Mujahid de Bosnia. Alguna vez llamado el “pequeño Osama bin Laden”, recibió órdenes directas del presidente de la Federación de Bosnia Herzegovina, Alija Izetbegovic, y del General en Jefe Rasim Delić, quien en 2008 fue sentenciado por crímenes de guerra.
El segundo gran nombre involucrado fue Sheikh Anwar Sha’ban, fundador del Centro Cultural Islámico en Milán, miembro de la agrupación terrorista egipcia Al-Gama’a Al-Islamiyya, y veterano de la guerra de Afganistán. Anwar Sha’ban se convirtió en líder ideológico y político de los mujahideen en Bosnia, y pieza clave para el reclutamiento y financiamiento de las fuerzas armadas bosniakas. A pesar de haber sido asesinado en un “checkpoint” del ejército croata en territorio bosnio en 1995, y el propio fin de la guerra en diciembre del mismo año, la herencia dejada por estos hombres fue trascendental para la cosecha del fundamentalismo islámico en la antigua Yugoslavia.
Construyendo Mezquitas
Después de la ayuda económica y humanitaria de estos países, el principal aportador –Arabia Saudita, exigió retribución de forma ideológica: se construyeron como nunca antes, innumerables mezquitas principalmente en la capital Sarajevo, y como parte del esparcimiento de la doctrina islámica, se fundaron las primeras comunidades Salafi en Bosnia. Los bosniakos Jusuf Barčić, Muhamed Fadil Porča, Nusret Imamović y el palestino Ahmad Shehadeh (hermano de Salah Shehadeh, fundador del grupo militar Hamas), erigieron las dos grandes comunidades Salafi en Bosnia: Bočinje y Gornja Maoča; hoy en día convertidas en ciudades exportadoras de mujahideen.
La historia ha comenzado a repetirse pero de forma inversa. Los beneficiados del pasado, son ahora los portadores de ayuda en nombre de la hermandad musulmana.
Si bien es cierto que la aportación de una ayuda económica es simplemente imposible para la comunidad bosniaka, la experiencia vivida de una guerra cercana y el ímpetu para morir por Allah, son elementos perfectos para enviar mujahideen a combatir con los rebeldes a las tropas de Bashar al-Assad.
En este mes sagrado de Ramadán, Muaz Sabić es la última de las victimas bosnias en Siria. Él formaba parte de los 300 musulmanes balcánicos que se han unido a las tropas rebeldes en Siria. La mayoría de ellos provenientes de las comunidades Salafi de Bosnia, pero otros, oriundos de las regiones islámicas de Montenegro, Serbia y por supuesto, Albania.
Un viaje desde los Balcanes hacia Siria
Con el fin de incrementar el interés de unirse a las líneas hermanas sirias, las familias de los combatientes reciben una cantidad cercana a los 600 dólares estadounidenses, que para una familia de bajos recursos como la de Sabić, es un aliciente que no se puede dejar pasar. Los migrantes son reunidos en la ciudad turca de Antakya, y llevados hasta la frontera siria donde cruzan de manera ilegal. Posteriormente, los mujahideen de los Balcanes son llevados hasta la aldea de Sarmada, donde son entrenados y alistados en las filas de la Armada de Liberación Siria, específicamente en la unidad Al-Nusra, clasificada por el gobierno de los Estados Unidos, la Gran Bretaña y la Organización de las Naciones Unidas, como un brazo armado de Al-Qaeda.
La hermandad musulmana rebasa toda frontera, y los favores prestados durante una guerra nunca se olvidan. Sin la ayuda que Bosnia recibió del norte de África y Medio Oriente a lo largo de 4 años de guerra, tal vez aquel Estado musulmán sería inexistente. No obstante, es imprescindible recordar aquella frase que difícilmente perderá vigencia: en tiempos de crisis, las mejores oportunidades. Un lema que cobra importancia en el mundo árabe para con la comunidad bosniaka, donde es absolutamente cierto, que la secularización en Sarajevo y las provincias de la Federación, ha desaparecido por completo.
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