Por: Miguel Lorente Acosta | 02 de marzo de 2014
Lo ha dicho Shakira de Gerard Piqué, “es tradicional y celoso. Le gusta tenerlo todo bajo control”. “Gerard no me deja hacer videos con hombres, es una persona muy conservadora”…Todo un retrato delmacho controlador y la mujer feliz en su sumisión, muy propia de una cultura que dice que los “hombres de verdad” deben ser así, y que las “mujeres de bandera” deben ser controladas ante la amenaza de otros hombres de verdad merodeando por las aceras, pues en definitiva, puede pensar Piqué y tantos otros como él, es lo que le ocurrió a la anterior pareja de Shakira, el argentino Antonio de la Rúa, tras la aparición del jugador del Barcelona CF y de la Selección Española.
En el artículo de Noelia Ramírez (“Shakira y el síndrome de la famosa sumisa”http://smoda.elpais.com/articulos/shakira-y-el-sindrome-de-la-famosa-sumisa/4535) recoge otros casos de famosas con una actitud similar de entrega y sometimiento a los dictados de sus hombres, como el de Miranda Kerr y de Candace Cameron. Todo ello no es casualidad, sino el resultado de una cultura androcéntrica que define las identidades de los hombres sobre la idea de protección y posesión de las mujeres, y la de las mujeres sobre las referencias de cuidado y sumisión a los hombres, por lo que la reproducción de estos valores es entendida como la manifestación máxima del amor que debe caracterizar la relación.
Las declaraciones de Shakira coinciden con un enorgullecimiento de los valores vintage y de lo conservador como escondite. Las posiciones tradicionales de la sociedad (partidos, religiones, instituciones…) han mandado el mensaje de que los problemas que tenemos en nuestra sociedad a todos los niveles (individual, familiar, social…) son consecuencia de la deriva sin rumbo de una izquierda hedonista y caprichosa que tiene un interés especial en acabar con las referencias tradicionales. De este modo,las propuestas para alcanzar la igualdad y erradicar la desigualdad se ven como un ataque, no como una alternativa, de ahí la beligerancia con la que se responde ante ellas.
El problema, además de la injusticia que supone una relación en la que una de las personas actúa como referencia para imponer sus ideas y decisiones sobre la otra, es que aunque se asuma este juego de roles impuesto por la cultura, no siempre se está de acuerdo ni se perciben del mismo modo determinadas situaciones que se presentan en el día a día. ¿Qué ocurre cuando el protector-dominador entiende que su sumisa mujer no corrige lo suficiente aquello que él considera inaceptable?, ¿qué sucede cuando la sometida mujer decide que la nueva exigencia es inasumible?...
No es difícil de imaginar, la misma cultura de la desigualdad cuenta con mecanismos para obligar e imponer en esas circunstancias en que la duda genera conflictos, y uno de los instrumentos más accesibles, eficaces e inmediatos es la violencia… Es lo que dicen muchas mujeres maltratadas: “mi marido me pega lo normal, pero hoy se ha pasado”, es decir, no cuestionan el uso de la violencia, sólo la intensidad utilizada. Por ello prácticamente el 80% de las mujeres que sufren violencia de género no denuncian, incluso cuando la situación es tan grave que terminan siendo asesinadas.
Y si todo ello ocurre en mujeres famosas, independientes, con recursos de todo tipo para afrontar una situación de esas características, imagínense lo que están pasando cientos de miles de mujeres sin esas posibilidades, que del mismo modo entienden que entre las obligaciones de sus parejas está el controlarlas y el imponerle límites de toda clase. Y piensen cuáles son las circunstancias de las mujeres más jóvenes cuando aún no han agotado las oportunidades que dan al amor romántico y a su príncipe azul-policía.
Bien, pues a pesar de todas estas circunstancias y de una normalidad cómplice con la violencia de género, todavía hay muchos jueces que en los casos de violencia de género no entienden lo de la “desigualdad estructural”, de manera que si la mujer tiene más ingresos que el hombre concluyen que no hay desigualdad. Y del mismo modo, dan más credibilidad a las palabras de las mujeres cuando retiran la denuncia (sin tener en cuenta todas las presiones que hayan podido recibir y sus propias dudas), que cuando la ponen (sin considerar todas las dificultades y miedos a la hora de hacerlo).
Y aún sorprende más cómo todavía hay tantos hombres que defiendan esa identidad con olor a “Varón Dandy”, y se sientan más hombres por desconfiar y dudar de las mujeres con quienes comparten una relación. Todo ello lo que en verdad demuestra es que a quienes protegen es a ellos mismos y la imagen que supondría que “su mujer los dejara”, máxime si es por otro hombre, y que el único amor que sienten es el “amor propio”.
¿Ustedes creen qe este planteamiento tradicional es querer a las mujeres?, ¿y creen que defender esa masculinidad significa querer a los hombres…? Yo, sinceramente, creo que no.
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