El ciudadano ruso Vladímir Ashurkov, amigo banquero del opositor Alexéi Navalny, solicitó asilo a Reino Unido por “persecución política por parte de las autoridades de su país”. Un nombre que aumenta la lista de personalidades que huyendo de la Madre Rusia encontró en ‘Londongrado’ su nuevo hogar.
Corrían los años 90 y la URSS vivía una década tumultuosa dejando atrás el comunismo y abrazando el capitalismo más exacerbado que fomentaba Anatoly Chubais, apoyado por el FMI y los “chicago boys” (economistas neoliberales de Wall Street). Al amparo del gobierno que lideraba ya un alcoholizado Boris Yeltsin y asesoraba su hija Tatiana, crecía y enriquecía un grupo férreo de colaboradores al que denominaban ‘la Familia’, siete poderosos hombres (Vladímir Gusinski, Miajíl Jodorovski, Alex Smolensky, Vladímir Potanin, Vladímir Vinogradov y Mijaíl Fridman) entre los que destacaba Borís Berezovski, ‘el padrino del Kremlin’, según reza el título del libro de Paul Klebinkov.
El zarismo oligarca
Así nació el reinado de los oligarcas, la élite que consumió los recursos del país más grande del mundo hasta su colapso en 1998. La profunda crisis y el grave estado de salud de Yeltsin hicieron el resto para que el dedo de Berezovski señalara a un desconocido exmiembro del KGB como nuevo presidente. El elegido era un joven Vladímir Putin, ayudante del alcalde de San Petersburgo, que se ganó el puesto tras los cruentos atentados en Moscú y la segunda guerra chechena.
Putin era el dueño del Kremlin y lo demostró iniciando una caza de brujas entre aquellos que le auparon al poder, la Familia estaba condenada a obedecer –Román Abramovich– o desaparecer. Uno a uno eran perseguidos por evasión fiscal, desvío de fondos y blanqueo de capitales, las acusaciones preferidas de la justicia rusa.
Gusinski decidió poner rumbo a España, un clima más adecuado para retirarse, mientras Berezovski se exiliaba a Londres. Guió a sus fieles como Moisés en busca de la tierra prometida, a la que llegaron Badri Patarkatsishvili y Akhmed Zakaev, y tras ellos un goteo incesante de nuevos ricos que a día de hoy genera dos corrientes bien distintas: multimillonarios buscando refugio legal para blanquear su patrimonio en la City, o parte de la élite cuasi aristocrática que escapa de la Rusia de Putin.
La tierra prometida
‘Londongrado’, así llamó Mark Hollingsworth a su libro al que añadió, “desde Rusia con dinero”. Una biblia fiel de la vida de losoligarcas en Reino Unido, que viven mientras sus millones del gas y del petróleo se blanquean en lujosos bienes inmobiliarios en los exclusivos barrios a orillas del Támesis. Actividad que atrae sin pudor a los bancos que inoculan los petrorublos al torrente de la City, del que mama cualquier intermediario avispado. Y así la rueda sigue girando.
La ciudad aumenta proporcionalmente a la comunidad rusa, auspiciada por el Gobierno y la falta de trabas para obtener un visado de inversor a cambio del millón de libras en bonos del Tesoro. Una simbiosis que benefició a más de 400 oligarcas, según el Ministerio del Interior. Su opulencia es visible en cualquier calle, esquina o plaza, son dueños de clubes de fútbol, impresionantes yates, mansiones; sin duda Londres luciría diferente sin el rublo. Su dinero llega incluso a la Bolsa a través de un centenar de empresas que cotizan en el parqué de la City, incluso se lanzan bonos rusos o de países miembros de la CEI (Comunidad de Estados Independientes) por 48.000 millones de euros.
Las relaciones entre la élite londinense y el éxodo ruso
La buena acogida del éxodo ruso en Reino Unido se ve garantizada por las férreas relaciones entre este y la élite y el poder británico. Un buen ejemplo de los vínculos de ‘Londongrado’ con los tories fue la gala en el Old Billingsgate Market, a la que asistieron 450 comensales o, mejor dicho, donantes. Entre las mesas destacaba una, la número ocho, compuesta íntegramente por personalidades rusas y muy próximas al Kremlin, como VasilyShestakov (miembro de la Duma y ciudadano de honor de la City), Alex Nekrassov (exasesor), Alexander Kuzntesov, Andrei Kiamko, Tim Lewin y Andrei Borodin, expresidente del Banco de Moscú, quien tras ser acusado de fraude llegó al refugio británico como asilado político.
Vemos esta influencia también en la esfera internacional, en la que el Gobierno de Reino Unido no ha mostrado una postura tan decidida en asuntos como las sanciones económicasa Rusia a raíz del conflicto ucraniano y la anexión de Crimea. También la Banca se aprovecha del flujo de los petrorublos y flexibiliza las prácticas comerciales con el oscuro sello ruso, un cierto toque mafioso que dio paso a la leyenda negra de ‘Londongrado’.
La Mafia rusa
El ‘padrino del Kremlin’ dedicó desde su exilio grandes esfuerzos y dinero a desestabilizar el gobierno de Putin. Unas acciones que repercutían en su círculo de colaboradores, como la repentina enfermedad de Alexander Litvinenko, exagente del KGB muerto en 2006 postrado en la cama de un hospital londinense. Después se supo que fue envenenado con el polonio 210 que bebió de una inocente taza de té.
Badri Patarkatsishvili, georgiano, compañero político y socio falleció en su casa en extrañas circunstancias en 2008. La policía aclararía que murió de una patología cardiaca. Un infarto también terminó con Alexander Perepilichny, de 44 años, mientras se disponía a practicar deporte a escasos 50 metros de su hogar. Otros, como los banqueros Alexander Antonovy German Gorbuntsov, escapaban de las garras de la muerte aunque con varios gramos de plomo en su cuerpo, ‘regalo’ de unos sicarios con acento ruso. Incluso el exlíder checheno Akhmed Zakaev sobrevivía gracias al servicio secreto de su Majestad.
Demasiadas circunstancias para un cansado Berezovski. Sólo y en el exilio, había perdido una importante batalla legal con su archienemigo Román Abramovich, más simbólica que económica. ‘El padrino’ apareció muerto en el baño de su mansión el 23 de marzo de 2013, aparentemente se suicidó.
Una nueva generación eclosiona
La actitud de las autoridades británicas levanta críticas en Rusia. El opositor, Alexey Navalny, publicó un artículo en The Times exigiendo a Downing Street imponer una normativa como la Ley Magnitsky, impulsada por Estados Unidos para investigar el origen de los petrorublos que inundaban el país. De momento, silencio.
El sueño de la tierra prometida que representa ‘Londongrado’ seguirá vigente al margen de oligarcas, tramas políticas, persecución y asesinatos. Una generación latente empieza a eclosionar. El censo del Independent School Council de 2013 registra más de 2.000 alumnos de padres rusos adinerados, estudiando en internados británicos, sin contabilizar los de colegios privados. Está por ver si el cirílico se impondrá o acabará siendo engullido y con él la leyenda negra del Moscú del Támesis.
Foto de portada: Imagen del cartel de la calle Moscow Road, en Londres. Flickr / zx8754