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domingo, 13 de marzo de 2016

EL DOLOROSO OCASO DE OBAMA


EL PRIMER PRESIDENTE NEGRO DE LA HISTORIA DE ESTADOS UNIDOS SE DESINFLA JUSTO CUANDO LA TENSIÓN RACIAL REAVIVA ETAPAS QUE SE CREÍAN SUPERADAS
Llámelo la maldición de las altas expectativas. Cuando Obama asumió el cargo de presidente de Estados Unidos, el mundo se quedó extasiado, el país suspiró y los expertos declararon el fin de siglos de división racial. Mirando a los 1,5 millones de personas que desafiaron el frío para presenciar el discurso inaugural de Obama, Steven Spielbergdijo que hubiera sido imposible hacer una película de ello. Pero eso fue entonces. Hoy en día el primer presidente no blanco de Estados Unidos se está desinflando en el momento más tenso de la polarización racial en décadas. Gracias a Donald Trump, el Ku Klux Klan está de nuevo en los titulares de los periódicos. Dudo que Trump suceda a Obama como presidente, pero ha inyectado un veneno en el torrente sanguíneo del país. A pesar de todas las esperanzas de Obama, el miedo es la divisa dominante.
Al igual que las declaraciones que vaticinaban el final de la historia en la década de 1990, la historia racial de Estados Unidos no terminó con la elección de Obama. Simplemente se abrió un nuevo capítulo. Al parecer, las naciones sufren trastornos similares a los de los humanos: lo que sucede en sus años de formación configura su carácter para siempre. Al igual que India considera a los inversores extranjeros colonizadores potenciales y que Gran Bretaña confunde a Bruselas con el papado, Estados Unidos está encadenado a su pecado original de la esclavitud. Medio milenio después de que se enviara a los primeros africanos al país a través del Atlántico, Estados Unidos todavía tiene un pie en su pasado.
Pero no oiga solo mi opinión. Escuche a los partidarios de Trump. Según las encuestas a pie de urna en Carolina del Sur, estado donde Trump ganó fácilmente el mes pasado, una quinta parte de los que votaron por él pensaban que Abraham Lincoln cometió un error al emancipar a los esclavos y poco más de un tercio deseaban que el Sur hubiera ganado la guerra civil. Los votantes de Ted Cruz, que parece ser el único rival posible de Trump, tenían preferencias similares. El 70% deseaban que la bandera confederada siguiera ondeando en el edificio del capitolio del estado. Se retiró el año pasado tras el asesinato de nueve feligreses negros por un defensor auto-declarado de la confederación. "El pasado nunca está muerto. No es ni siquiera pasado", dijo William Faulkner.
Los patrones de votación actuales confirman el peso de la historia. En 2008, más de nueve de cada diez afroamericanos votaron por Obama tanto en las primarias contra Hillary Clinton como en las elecciones generales contra John McCain, el candidato republicano. El mes pasado, más del 80% votaron a Clinton en Carolina del Sur en detrimento de Bernie Sanders; no porque consideraran sospechoso a Sanders, sino porque respaldaron al candidato que más probabilidades tenía de conseguir la presidencia. Martin Luther King dijo que la misa de la mañana del domingo era el mejor ejemplo de la segregación de Estados Unidos. Hoy en día son las urnas. El voto de los negros en el sur es un espejo casi exacto del de los blancos, que votan a los republicanos por diferencias similares. Aunque una minoría de los partidarios de Trump son racistas (y puede que él simplemente adopte esa pose por propia conveniencia), los peligros son muy reales.
¿Qué puede hacer Obama al respecto? Hace nueve años lanzó su campaña desde los mismos escalones del capitolio de Springfield, Illinois, donde Lincoln consiguió la prominencia, y citó al antiguo presidente: "Una casa dividida no puede sostenerse". Obama marcó el comienzo de una nueva política que trascendía la diferencia entre los estados rojos y los estados azules. El significado subyacente era que al elegir a un afroamericano, Estados Unidos pondría fin también a una división más antigua. Pero el ascenso de Trump pone en peligro el cumplimiento de ambas promesas. De hecho, la popularidad de Trump es la guinda de un pastel que ya estaba horneado. Desde la época posterior a la guerra civil no ha habido ningún momento en la que la política estadounidense haya estado tan paralizada. Los republicanos han dicho que ni siquiera se reunirán con la persona a quien Obama nomine para cubrir la vacante del Tribunal Supremo creada por la muerte el mes pasado de Antonin Scalia, y menos aún le dejarán que hable ante el Congreso.
La principal arma de Obama es su poder para convocar a los demócratas a las urnas con el fin de que el nivel de participación electoral el 8 de noviembre sea alto y así conseguir que Clinton le suceda. Si Trump fuera el candidato republicano, o Cruz, necesitarían el 70% del voto de los hombres blancos para ganar, según Politico. Eso puede que sea imposible. En 2012, el 62% de los hombres blancos votaron a Mitt Romney. Es difícil que Trump pueda mejorar esa cifra. De hecho, es más probable que consiga un porcentaje menor.
Por otra parte, la nominación de Trump podría desencadenar una guerra civil dentro del Partido Republicano. La semana pasada Romney dejó claro que trataría de modificar las reglas del partido para negarle la corona de Trump. Si fracasara, podría haber una oferta de un "verdadero conservador". Michael Gerson, el hombre que escribía los discursos aGeorge W. Bush, ha sugerido que podría ser Condoleezza Rice. Otros piensan que podría ser Romney. Pero fuera quien fuese, al dividir el voto republicano pondría la Casa Blanca claramente en manos de Clinton.
¿Pero la victoria de Clinton sería pírrica? Eso dependería principalmente de los líderes republicanos. La semana pasada Romney dijo que Trump representaba "un ejemplo de de la ira que ha llevado a otras naciones al abismo". Tenía razón. Sin embargo, es una ira que su partido ha avivado en silencio desde la época de los derechos civiles. McCain se hizo eco de las opiniones de Romney pero no asumió ninguna responsabilidad por haber elegido a Sarah Palin como su compañera de campaña en 2008. Palin apoyó a Trump en enero. Lo hizo igual que cualquier otro republicano para crear resentimiento contra el "discurso de esperanza y cambio" de Obama.
Durante décadas, los principales estrategas republicanos han utilizado mensajes subliminales para jugar con los temores raciales. No debería ser ninguna sorpresa que alguien como Trump lanzara mensajes raciales claros y concretos abiertamente algún día.

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