Miguel Blesa intentó negar los errores en su gestión y ocultar sus flaquezas de carácter. El financiero renegaba de sus limitaciones económicas tras haber vivido como un millonario
Al llegar el verano es frecuente hacer balance de la temporada y marcarse nuevas metas. Este propósito se puede agudizar si, además, se van a cumplir 70 años, una fecha redonda que invita a mirar atrás. Miguel Blesa de la Parra (Linares, Jaén, 1947- Villanueva del Rey, Córdoba, 2017), hubiera cumplido esa edad el 8 de agosto próximo, pero decidió no hacer más planes o quitarse de en medio ante lo que podía venir por delante. O quizá el balance fue muy amargo. Según el comunicado oficial del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, lo que ocurrió el 19 de julio en Puerto del Toro, una finca de Sierra Morena, fue “una muerte por autolesión por arma de fuego”. Este ha sido el inesperado y trágico final del banquero amigo del expresidente Aznar, máximo ejecutivo de Caja Madrid desde septiembre de 1996 hasta el 28 de enero de 2010, y que se ha convertido en el máximo exponente de la crisis financiera, que ha golpeado a los más débiles. Blesa fue el primer banquero que entró en prisión, en 2013, y uno de los que más casos judiciales acumulaba por las tarjetas black, por cobrar sobresueldos y por emitir preferentes que arruinaron a miles de clientes.
El miércoles hubo dudas sobre si fue un accidente o un suicidio. El jueves se confirmó lo peor, apoyándose en las investigaciones de la Guardia Civil, pero todavía los días siguientes había personas de su entorno cercano que seguían dudando de la versión oficial y apostaban por el accidente fortuito. “Miguel era una persona fuerte, preocupada y que lo estaba pasando mal, pero no era alguien que se quita de en medio pegándose un tiro”, afirman personas que lo han conocido de cerca durante más de una década. “Los suicidas dejan nota o testamento. Blesa era meticuloso; lo hubiera hecho. Si no aparece un papel suyo, siempre dudaré que se haya matado. Ha podido ser un accidente de caza. No sería la primera vez. Además, a Blesa le gustaba llevar el “gatillo al pelo”, es decir, muy suave y cualquier golpe pudo disparar el arma”, apunta otro que le acompañó en alguna montería.
Estas teorías sobre su violenta muerte se unen a los numerosos testimonios de su entorno más próximo que apuntan que el exbanquero “estaba sereno y afrontaba el futuro con cierto optimismo”. El futuro, en el caso de Blesa, llegaba hasta noviembre, cuando previsiblemente, el Tribunal Supremo confirme o no, rebaje o no, la pena de seis años de prisión por apropiación indebida de 12 millones de la que se le acusa, junto a Rodrigo Rato, por el uso de las tarjetas black. Desde el entorno jurídico de Blesa siempre se ha transmitido optimismo y se ha sostenido que el Supremo realizará un análisis más frío y muy diferente del de la Audiencia Nacional sobre las tarjetas opacas. Otras fuentes judiciales dudan de la posibilidad de que Blesa siguiera libre las próximas navidades.
Puede que Blesa haya engañado a todos. Ni estaba tan sereno ni confiaba en remontar un futuro abrupto que podía pasar por la cárcel. También algunos excolaboradores suyos creen que cada día se le hacía más dura la cuesta. Vivía con poco más de 2.000 euros mensuales porque tenía embargada parte de la pensión pública y todos sus bienes. Cada gasto de mantenimiento, luz o agua, debía ser autorizado por el juzgado. Cada día se complicaba más esta situación humillante para alguien que ha vivido como un millonario (cobró 12,44 millones entre 2007 y enero de 2010), que ejerció un poder absoluto desde la planta 26 de las Torres Kio de Madrid, sede de la cuarta entidad financiera, y que gozó de una elitista posición social. El PP le aupó a la presidencia de la entidad, después de compartir la oposición a inspector de Hacienda con José María Aznar, ocupar algún cargo en el Ministerio de Economía y Hacienda (1983 a 1986) y abrir un despacho privado especializado en Derecho Tributario.
Todo le llegó rápido a Blesa. En 1993, con 46 años, entró de consejero en Caja Madrid. A los 49 años, era presidente gracias al apoyo de Comisiones Obreras e Izquierda Unida, con los que gobernó una entidad cuyo principal objetivo era el crecimiento. Y así lo hizo hasta el final. Entre 1996 y 2003 duplicó el balance de la entidad, preocupado por no ser superado por las cajas valencianas, Bancaja y CAM, que también crecieron, todavía más que Caja Madrid, sobre el ladrillo tóxico. De 2004 a 2009 pisó todos los charcos: créditos a promotores, participación en inmobiliarias, préstamos a inmigrantes que pronto quedaron en paro...sin que el supervisor le frenara, pese a contar con informes severos de la inspección.
Nunca pudo alcanzar su objetivo más ambicioso, superar a La Caixa, aunque imitó su modelo de crear un grupo industrial (Endesa, Iberia, Telefónica…) con el que aumentó su poder y se nutrió de dividendos y plusvalías cuando el negocio bancario flaqueaba. La gran diferencia con la entidad catalana fue que no contó con el negocio asegurador, que actuó como salvavidas de su rival cuando llegó Lehman Brothers. Pese a todos sus intentos, Blesa nunca fue considerado un banquero auténtico, de ese olimpo donde solo están unos cuantos que se auto eligen; le pesaba demasiado su condición política y su nulo pasado financiero.
En paralelo al crecimiento de la entidad, Blesa se multiplicó el sueldo: el primer año, por 18 veces sobre el que tenía su antecesor, Jaime Terceiro. Posteriormente mucho más, como también lo hizo con los consejeros y directivos a los que retribuyó con la generosidad del que no paga las facturas y necesita su apoyo para llevar una gestión tranquila. En el juicio de las black,Terceiro, en su declaración como testigo, afirmó que algún consejero de la época de Blesa llegó a cobrar por todos los conceptos 500.000 euros, lo que supone multiplicar por 277 veces lo que se pagaba bajo su mandato.
El coche blindado
Al dejar la caja, Blesa tuvo tres años tranquilos, hasta final de 2012, cuando tuvo que ir al Parlamento a explicar su gestión. Allí defendió sin fisuras su gestión (pese a que España estaba traumatizada por la inyección de 22.424 millones en Bankia en mitad de la crisis) y el escándalo de las preferentes estaba en su momento más duro porque parecía no haber solución para modestas personas mayores, sin cultura financiera, a las que se les había vendido esos productos complejos. Blesa presumió de haber dejado sus cuentas en positivo y se negó a valorar la operación de fusión que dio lugar a Bankia o su crisis posterior. Argumentó que la caja madrileña no podría haber hecho las cosas de un modo diferente y que era "imposible" prever el "tsunami financiero"que se avecinaba. Cuando los diputados le recriminaron que llevara un carísimo coche blindado para sus desplazamientos apuntó una frase mítica: “Como sabrán, les aseguro que llevar un coche blindado no es la cosa más cómoda del mundo".
Su arrogancia y falta absoluta de autocrítica fue una seña de identidad en todas sus apariciones, incluidas las de los tribunales. Todos los consultados coinciden en que 2013 fue el año más duro. El juez Elpidio Silva, que actuó en unión de Luis Pineda, todavía en prisión, expresidente de Ausbanc, le metió dos veces en la cárcel. La primera estuvo 24 horas y la segunda una semana. Era el caso iniciado por las supuestas irregularidades de la compra de un banco en Florida. Blesa soportó, según testigos cercanos a él, los más duros interrogatorios, que le dejaron marca. Sin embargo, el caso se cerró con su mayor victoria al lograr la inhabilitación de Elpidio Silva por actuar “con absoluta falta de competencia” en este caso, según el Tribunal Supremo. La causa se archivó.
Después llegaron las causas judiciales de los sobresueldos y de las preferentes. Para entonces la figura de Blesa era la un banquero capaz de derrochar sin control pese a dirigir una caja de ahorros con fines sociales. Las fotos de sus cacerías y viajes exóticos, así como los correos donde describía una vida de lujo exquisito, le convirtieron en la figura más aborrecida de esta crisis. Sus allegados admiten que le deprimía no poder salir a la calle sin ser abucheado o insultado, lo que le llevó a intentar frecuentar la naturaleza y las fincas de los pocos amigos que mantuvo. Los primeros en darle la espalda fueron los que le auparon al poder, los dirigentes del PP, cuyas ausencias fueron notables hace tres años en la boda con Gema Gámez. “En todas las causas Blesa estaba condenado antes de la sentencia y eso es lo que justifica las fianzas tan elevadas que le han puesto”, dicen en su entorno con amargura.
Desde 2013 Blesa acumulaba años de tribunales, austeridad sobrevenida y rechazo social. Nunca aceptó errores en su gestión financiera ni flaquezas de carácter ante la adversidad. Quizá esos fueron los dos autoengaños con los que vivió y con los que trató de proyectar una imagen diferente a la real.
https://politica.elpais.com/politica/2017/07/22/actualidad/1500718616_208709.html
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