Igual que en Londres, la nadadora -dueña de tres metales olímpicos- inaugura el meda"El primer cincuenta lo he visto bastante lejos pero nunca he dejado de luchar. He dado lo que podía y al final la gran noticia, la primera medalla. Espero haber abierto la puerta de las demás medallas y que la delegación española se lleve muchas más que en Barcelona (donde se consiguieron 22)", deseó.
La forma de verla aparecer en la piscina, con las gafas puestas, reveló ya su concentración. Apenas un saludo al escuchar su nombre y, rápidamente, se sentó en el poyete a prepararse. Ni una condición de más a los focos. Con la mirada fija, se puso en jarras, subió al poyete y partió agresiva en la primerllero nacional
La húngara Katinta Hosszu logra el oro con récord del mundo (4:26:36). La estadounidense Maya Dirado, plata
La primera medalla de España fue un ejercicio agonístico, después de una jornada esquiva en la carretera. La dama del agua, sin embargo, no falla. Mireia Belmontesufrió al perder una estela imposible, debido a la superioridad de la húngara Katinka Hosszu, que trató al récord mundial de Ye Shiwen en los 400 estilos como si fuera una pizza. El bocado fue de más de dos segundos, una barbaridad. La española, en aguas de nadie, perdió el tren del podio en la espalda y la braza. Antes del último 50, ya en el estilo libre, estaba fuera, pero la resistencia y la fe le llevaron a superar a la británica Miley Hannah en las últimas brazadas. "Decidí nadar los últimos siete metros sin respirar y que fuera lo que fuera. Al final, le metí mano a la inglesa", confesó Mireia, aún mojada y jadeante. La esperanza de España empieza por 15 centésimas.
Mireia, pese a las dificultades de la prueba, mejoró la marca que había marcado en las series de la mañana, por detrás de Hosszu, para quedarse en 4:32.39. Es su mejor registro del año, aunque no de su carrera. Ahora quizás no sea tan rápida, pero es evidente que es más resistente. Los 4:31.15 que acreditó en la final la estadounidense Maya Dirado no están, hoy, a su alcance, pero la marca no es su prioridad. Lo son las medallas y, a la primera oportunidad, ha cumplido. Después de las dos platas de Londres, es la primera vez que un nadador o nadadora de España repite en el podio en unos Juegos.
a posta de mariposa. Nada de dudas. Acabó tercera el primer 100, pero después perdió los lugares de privilegio, que no recuperó hasta las últimas brazadas. Hosszu era inalcanzable, como ya demostró en la serie de la mañana. Empezar y acabar a su lado, aunque en la final fuera por poco tiempo, extrajo lo mejor de esta Mireia transformada, más fuerte que nunca, pero no tanto como Iron Lady. Fue como seguir a un expreso, tanto para la española como para Maya Dirado, alejada de las calles de privilegio por haber nadado una serie demasiado fácil.
La húngara es una roca, cuyas condiciones físicas están muy por encima de la nadadora de Badalona y del resto de las especialistas en los 400 estilos. La baza de Mireia ha estado siempre en la técnica, exquisita. Podría decirse que la española se desliza por las aguas que abre Hosszu. Esa es la razón que hace a la española todavía más eficaz en piscina corta, de 25 metros, por el partido que saca a los giros. Casi nadie en la élite los realiza con tanta eficacia. En la especialidad en la que ha subido al podio en Río, llegó a detentar el récord del mundo, en 2013. Conserva, sin embargo, tres, siempre en piscina corta (400 libre, 800 y 1.500).
A los 25 años, una edad tardía en la natación femenina, de una insultante precocidad, el trabajo físico era clave para sobrevivir en Río, y a ello se empleó de forma estajanovista, según el plan diseñado por Fred Vergnoux. Fuera del agua ha trabajado tanto como dentro, incluso con guantes de boxeo si era necesario. Los problemas en su hombro, más armado que nunca muscularmente, han desaparecido. Hace un año le impidieron competir en el Mundial de Kazan. El francés es mucho más que un entrenador. Ejerce la custodia de la nadadora, junto a su padre, José Belmonte. Una hora antes de iniciarse la sesión de la noche, Vergnoux se sentó en la grada de un Estadio Acuático todavía desierto. Ahí permaneció, inmóvil, mientras Mireia calentaba con el resto de nadadores. Escogió la calle cinco, su calle en la final. Es una costumbre de los nadadores.
La española se colocó unas aletas. Era la única que lo hizo. Al estilo libre, realizó 300 metros; después, se colocó un corcho entre las piernas para imprimir mayor esfuerzo a sus brazos. Finalmente, la mariposa y la espalda. Ningún de los otros participantes fue tan metódico en su calentamiento, hecho que refleja de qué forma han preparado estos Juegos Vergnoux y Mireia. "Hemos hecho todo lo que había que hacer", repite el entrenador, que se niega a decir si renunciará a alguna prueba en una apuesta titánica, ya que afrontará seis pruebas y más metros que ninguna, si cumple con su programa y el relevo elegido (4x200) alcanza la final. No es fácil. El de 4x100 se quedó fuera de la suya en las series, a pesar de batir el récord de España (3:40.46).
"He tenido sensaciones extrañas, pero estoy contenta por haber subido al podio y haber conseguido la primera medalla para España, como ya pasó en Londres", dijo Mireia, que, hoy, se lanzará de nuevo al agua en los 400 libre. La empresa es mucho más difícil, pero su fe es la misma.
El récord mundial de Hosszu no fue el único que dejó la jornada, ya que el británico Adam Peaty había batido el de 100 braza por la mañana (57.55). En la final se colgó el oro, pero ya no mejoró la marca (57.55). Quienes sí lo hicieron fueron las cuatro nadadoras de Australia en el 4x100, al dejar la plusmarca en 3:30.65. Tres récords en una primera jornada supone un balance excelente para la natación. En el resto de las finales, Marck Horton dominó los 400 estilos en categoría masculina (3:41.55) y el japonés Kosuke Hagino los 400 libre.
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