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domingo, 14 de septiembre de 2014

La estirpe de los Botín: presente y futuro


La nueva presidenta del Banco Santander encarna la quinta generación ligada al banco


Emilio Botín, en una imagen de archivo de 2009. / GIUSEPPE CACAC
Seis hijos y 16 nietos, además de cinco sobrinos, hijos de su único hermano, Jaime, ha dejado Emilio Botín. Forman la estirpe Botín, de la que queda como matriarca Ana Patricia Botín Sanz de Sautuola O’Shea. La nueva presidenta del Banco Santander, que cumplirá 54 años el próximo 4 de octubre (dos más que cuando su padre sucedió a su abuelo), asume la responsabilidad de mantener la entidad en lo más alto de la jerarquía bancaria y, de paso, el linaje familiar. Emilio Botín —quien tenía como referencia a su padre, que dejó el cargo a los 83 años— no pensaba en retirarse aún, pero tenía en la cabeza a su hija mayor para sucederle. Nació en el banco y se preparó para ser banquera. Su padre se incorporó a la entidad a los 24 años; ella, con 27, tras estudiar en EE UU (se licenció en Económicas en Harvard), hacerse políglota y trabajar en JPMorgan en Nueva York.
Mujer de carácter, subraya que nadie le ha regalado nada. Y, aunque el apellido la catapultó desde el inicio de su carrera, ha trabajado su currículo. Tras JPMorgan, a los 32 años alcanzó la Dirección General, que abandonó en 1999 tras la integración con el Central Hispano, que dio lugar al BSCH. Un encontronazo con el copresidente de la nueva entidad, José María Amusátegui, por el reparto de poder llevó a Emilio Botín a prescindir de su hija, que entonces fundó una firma de tecnología, que dejó en 2002 para presidir Banesto. Alfredo Sáenz se convirtió en consejero delegado del Santander al irse Ángel Corcóstegui y dejaba el hueco para que Botín recuperara a su hija.
Además, Ana Botín nunca dejó de ser consejera, puesto que asumió en 1989, a los 29 años. Son los que tiene ahora su hijo mayor, Felipe Morenés Botín, que ha estudiado Política Económica en Georgetown y trabaja en el fondo inmobiliario Lone Star en EE UU. Es el nieto mayor de Botín y Paloma O’Shea y, como su madre, es políglota. Su hermano mediano, Javier, trabaja en un banco suizo en Nueva York, y el pequeño, Pablo, es analista del Credit Suisse.
Forman la siguiente generación de Botín, aunque lleven delante el apellido de su padre, Guillermo Morenés, el menor de los hijos de los marqueses de Borguetto. Pero el primogénito, al contrario de su madre cuando tenía su edad, de momento no está vinculado contractualmente al banco. Tampoco sus hermanos ni sus primos. El futuro deparará si, con el tiempo, alguno de ellos se perfila para presidente.
Sí está en la órbita directiva el hermano pequeño de Ana Botín, Javier, de 41 años, licenciado en Derecho, propietario de JB Capital Markets y presidente del Club de Golf de Pedreña, que fundó su abuelo. Considerado como el as en la manga que se guardaba Emilio Botín, es consejero del banco desde que su hermano Emilio se desmarcara para centrarse en su empresa de inversión (Renta Markets), que creó con su cuñado Morenés. El quinto Botín O’Shea se casó con la noble francesa Elizabeth D’Ornano, cuya familia posee la firma de cosméticos Sisley.
La familia ya solo posee alrededor del 2%, y el 57% está en manos foráneas
Las hermanas (Carolina, Paloma y Carmen) están desligadas del día a día del banco, aunque no de la Fundación Botín, que garantiza la raigambre cántabra. Carolina, casada con el médico alemán de origen coreano Christian Shin, es especialista en Arte y se encarga de las Relaciones Internacionales de la Fundación; Paloma, casada con Ricardo Gómez-Acebo, marqués de la Deleitosa, (familia ligada al antiguo Banesto), gestiona la fundación y es el alma del futuro Centro Botín. Carmen, que se casó con Severiano Ballesteros, del que se separó, es vocal de la fundación.
Ana Botín llega al puesto como había previsto su padre y quería su abuelo, quien, quizá por ser la nieta mayor, sentía una especial predilección. Compartía con ellos la afición al golf, les acompañaba en la pesca de bonito y en algunos safaris. La primogénita había inoculado, casi sin querer, las directrices del banco, lo que permitía aventurar que sería el cuarto presidente con apellido Botín que —con la interrupción del periodo en que estuvo el indiano lebaniego Saturnino Briz (de 1923 a 1950)— tiene el Banco Santander desde 1904. Ese año, su bisabuelo (también Emilio y casado con María Sanz de Suatuola, descubridora de niña de las Cuevas de Altamira) asumió el cargo. No obstante, la primera generación ligada al banco fue la de su tatarabuelo, Emilio Botín Aguirre, cuyo hermano, Rafael, fue director gerente. Ambos eran hijos de José María Botín, un médico de la Armada destinado a Santander en la segunda mitad del siglo XIX.
Aunque no había ningún Botín entre los 32 socios fundadores del banco en 1857, el apellido fue dando al banco un carácter familiar. El gran salto lo dio el abuelo de la actual presidenta con la compra del Mercantil, enconado competidor local, y la entrada en el club de los siete grandes de la banca española. Cuando llegó su hijo a la cúpula, seguía teniendo mucho peso familiar. Los Botín siguen siendo los principales accionistas individuales con una participación de alrededor del 2%, pero el peso internacional (el 57% de su capital es extranjero) reduce mucho aquel carácter familiar. Es decir, lo suficiente como para poner a debate el nombramiento hereditario de la presidencia para esta y futuras ocasiones.
La siguiente generación también está vinculada al mundo financiero
Pero la nueva presidenta parece contar con la confianza de la comunidad financiera, gracias sobre todo a su paso por la filial británica, Santander UK, y por el desaparecido Banesto. La reacción de la Bolsa, que llegó a caer cerca del 2% al conocerse la muerte de Botín, no fue negativa (solo retrocedió un 0,63%). Ana Botín debe ahora mantener el banco entre los mayores del mundo.
Cuando su padre asumió la presidencia en 1986 pocos daban un duro por él. Se consideraba que no tenía la capacidad de mando y visión estratégica del viejo Botín y que el banco acabaría absorbido en el creciente mercado europeo al que se había integrado España. Pero a la sombra del padre, se había preparado a conciencia. Lo demostró pronto. Revolucionó la banca con las supercuentas e inició una expansión imparable, engullendo bancos mucho mayores (en España: Banesto, Central e Hispano). Se lo ha dejado difícil a su hija, que seguramente aplicará su librillo y, tal vez, echará mano de El Arte de la Guerra, del filósofo chino Sun Tzu. Era el libro de cabecera de su padre y, entre otras máximas, dice que cuando se es “capaz de ver lo sutil y de darse cuenta de lo oculto antes de la batalla, la victoria es fácil”.
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