Ellas sonríen a la cámara y tiran de (mucho) sentido del humor. Que para algo entre las dos suman medio siglo de carrera y las tablas suficientes para protagonizar y defender este sainete.
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Se rumorea en Antena 3 que, cuando Carolina Cerezuela causó baja como jurado de la nueva edición de Tu cara me suena, a Mónica Naranjo (Figueres, 1974) le faltó tiempo para sugerir que la sustituta ideal sería Marta Sánchez (Madrid, 1966). Acababa de compartir con ella la gira Ídolos en México y, aun así, añoraba pasar más tiempo con su amiga. Una amistad que nació hace 20 años, el día en que se encontraron en un ascensor de un hotel de Guadalajara (o Monterrey, según versiones) y que se ha forjado en intempestivos embarques aéreos, en noches de hotel y en decenas de galas. Juntas forman un dúo con el que es difícil no reírse. Tienen mucho de tira cómica, de Zipi y Zape, de Hernández y Fernández. Naranjo confiesa que le encanta «picar a Marta» y a Sánchez le va la marcha. La complicidad es tal que, por el shooting, corretea Paula, la hija de Marta, ante la mirada de Óscar, el marido de Mónica Naranjo. Se han vuelto a encontrar en un momento crucial de sus carreras: Naranjo ha regresado a los escenarios para celebrar sus 40 años con la tournée MN 4.0, que encadena un «entradas agotadas» tras otro; y a Sánchez la pillamos haciendo las maletas antes de iniciar su nueva vida en Miami, junto a su novio Daniel Terán, donde esperan componer al alimón las canciones del nuevo trabajo.
¿Se llevan ustedes tan bien como aparentan?
Mónica Naranjo: Es verdad, de toda la vida. Lo primero que le digo cuando la veo es: «¿Qué has hecho, serda?».
Marta Sánchez: Nos hemos admirado y respetado mucho desde el día que nos cruzamos en México por primera vez.
¿Nunca se han tenido pelusa?
M. S.: Bueno, siempre he querido que la mataran, porque era demasiado buena, pero… aquí sigue, viva.
M. N.: En América han insistido en que lo nuestro era un «duelo de gatas». Ya no sabían qué inventar para vender revistas. Estamos lejos de eso; siempre ha habido un cariño enorme.
M. S.: No, cariño, no. Ya es amor. A ver si después de esto se van a inventar por ahí que existe un «romance de gatas»…
M. N.: No me importaría, en absoluto. Siempre he dicho que soy bastante gay, así que… que digan lo que quieran. ¡Pues sí, mira, somos novias!
Entonces, cuando Marta se negó a darle un pico en Tu cara me suena, en realidad, era un paripé.
M. N.: El beso existió, pero a hurtadillas. Fue el más morboso de la historia y nadie lo vio. Además, fue en un momento muy bonito.
M. S.: Sí, cuando lo sentimos. No cuando le apetece a la cámara. Yo no soy de ésas. Hago las cosas cuando las siento.
Han comentado que hasta la dirección del programa se puso nerviosa con «la noche de los picos». ¿No era un guión? ¿En realidad no actuaba en ese momento Marta como «la mala malísima» del concurso?
M. S.: ¿Yoooooo? ¿Yo soy mala? ¡Si yo soy un trozo de pan! ¡La mala era Mónica!
M. N.: Yo digo las cosas con sorna, y por eso la gente no sabe si es por cachondeo o por maldad.
M. S.: En mi caso se confunde con tener carácter: cuando hay algo que no me gusta, se me nota mucho. Incluso me cabreo. A ver, lo que quiero decir es que a mí, en la tele, no me pongas en una tesitura que me incomode, porque se me va a notar.
Ambas llevan más de 20 años en el mundo de la música. ¿Por qué creen que siguen siendo iconos del pop y no aparece nadie que les haga sombra?
M. N.: Sí surgen. El gran problema es que la industria está agonizando. Hay muchas artistas que intentan sacar la cabeza y que no pueden por como está todo.
Pero de ellas, ninguna alcanza ese intangible estatus de divas que tienen ustedes.
M. S.: Yo esa palabra la odio, la detesto. Para mí es sinónimo de soberbia y altanería. ¡Mónica es más diva que yo!
M. N.: Mónica Naranjo, como personaje, sí es diva: es dramática, distante, sufrida… Encarna bien el calificativo.
Y cuando se encuentran Marta y Mónica, ¿quiénes hablan? ¿Los personajes o las personas?
M. S.: Las colegas, solo jodería, digo... solo faltaría.
M. N.: No me llevaría nunca el personaje a casa, me volvería loca. Te voy a contar una anécdota: cuando mi hijo Aitor era pequeño, volvía de un shooting y él estaba en el sofá. Al verme con el maquillaje y el vestuario, se me quedó mirando y me dijo: «Quítate a Mónica Naranjo antes de besarme».
Marta, ¿le ha pasado algo parecido con Paula?
M. N.: No. Mi hija nunca me ha visto como «Marta Sánchez, la cantante». Lleva con una naturalidad aplastante la fama de su madre. Es más, odia que le recuerden que es «la hija de».
Se venden como buenas cantantes y buenas madres. Y eso que la conciliación familiar no es tarea fácil...
M. S.: Nuestro estilo de vida es atípico. Pero es un grandísimo error pensar que se es mejor madre por pasar el desayuno y la merienda con tu hijo. Importa más la calidad del tiempo.
M. N.: Hay cosas que te pierdes, pero lo haces por su bien. Hoy, con 21 años, mi hijo Aitor agradece ser anónimo.
¿Qué admiran la una de la otra?
M. S.: Los cojones que tiene. ¿Se puede decir así, no? Es que no me gustaría decirlo de otra manera: aparte de ser una mujer valiente por cómo ha encaminado su vida, profesionalmente es una artista que siempre ha estado y ha puesto a todo el mundo en su sitio. En esta profesión, eso es lo más difícil.
M. N.: ¡Nunca me habías dicho nada así! (risas). Marta tiene 48 años y me quedo perpleja cuando dice que necesita una metamorfosis. Lo deja todo en España y se va a empezar de nuevo a Miami. Qué vértigo. Tú no sabes lo tenaz que llega a ser: toda la vida ha sido una hormiga.
Ya que Mónica ha sacado el tema. Marta, como diría Jeanette: «¿Por qué te vas?».
M. S.: Se ha perdido un brillo, un rayo de sol, una chispa…
M. N.: … La magia, la sorpresa, el ingenio.
M. N.: Muchos colegas han dejado la música…
M. S.: … Porque no se pueden ganar la vida con esto. La creatividad se alimenta de ilusión, y ésta mengua cuando un compositor ve que le pagan cuatro euros por sus canciones.
¿Cómo va la mudanza?
M. S.: Muy heavy. Y esta sesión de fotos me ha caído como la pata de King Kong. Me dijeron: «Vete a comprar Germinal a la farmacia, que tienes una sesión, nada más y nada menos, que con S Moda». Llevo subiendo y bajando cajas un mes.
Eso debe ser buenísimo para tonificar el cuerpo, ¿no?
M. N.: Doy fe. La he estado toqueteando y está más dura que el acero alemán… Y ya no cuento más.
Estoy pensando que no todo puede ser tan ideal. Habrá algo que les irrite de la una y de la otra.
M. N.: Marta está todo el día: «Estoy fea. Hoy no estoy guapa…». Cuando empieza así, le digo: «¡Cállate ya, chochona!». M. S.: ¡Eso no lo pongas, ¿eh?!
M. N.: Cuando yo voy a un gimnasio, voy muy rústica. Ella no: ella se tiene que poner colorete.
M. S.: A ver, me pongo un poco de eyeliner y un poco de brillo… Lo hago por mí, porque me gusta verme bien. Porque cuando veo mis bíceps trabajar me gusta que estén acompañados por un pelín de cuidado en el rostro.
Le toca: ¿qué es lo que menos le gusta de Mónica?
M. S.: Que no sea un poco más humilde y no se cante un dueto conmigo de una puta vez. Es mu pesá.
M. N.: No, la pesada eres tú que me dijiste que ibas a escribir la canción y todavía la estoy esperando.
M. S.: No. Dijimos que la íbamos a componer juntas.
M. N.: ¡Y ahora te vas a Miami! ¡A ver cómo lo hacemos, guapa!
Marta, ¿le pasa las nuevas canciones de su disco a Mónica? ¿Es tan dura como en Tu cara me suena?
M. S.: Mucho, pero eso me mola.
M. N.: Eso se llama aprecio. La verdadera amistad es lo que tiene. La confianza da asco y hay que decir la verdad; si no, ¿qué clase de amigas somos?
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