Puede que el fenómeno del hambre oculta –también llamada deficiencia de micronutrientes– no sea especialmente popular, pero la realidad a la que hace referencia afecta a 2.000 millones de personas en el mundo.
Mientras el enfoque tradicional frente al problema del hambre suele basarse en la cantidad y el valor energético de la comida ingerida, la realidad es que el déficit nutricional en términos de vitaminas y minerales es igualmente peligroso para el desarrollo individual (y, por ende, comunitario). Por eso, el hambre oculta no debe dejarse de lado. El día 13 de octubre se presentó públicamente el informe anual del Índice Global del Hambrecorrespondiente a 2014 [1]. El documento de este año pretende arrojar luz sobre el fenómeno del hambre oculta y la calidad de los alimentos. A un año de la fecha límite impuesta para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, este informe da información clave sobre el escenario actual del hambre y la desnutrición para detectar qué situaciones necesitan de una urgente intervención.
El Índice Global del Hambre en 2014
El índice que anualmente elaboran los autores de este informe es el que le da nombre. ElÍndice Global del Hambre (IGH) obtiene una puntuación del 0 al 100 (máximo teórico aunque inalcanzable) que mide la situación del hambre en un país a partir de tres indicadores: la proporción de desnutrición, la proporción de niños menores de 5 por debajo del peso aconsejable y la tasa de mortalidad infantil. Usando los datos más recientes existentes (de entre 2009 y 2013), este índice ha sido calculado para 120 países resultando en buenas y malas noticias respecto a la situación del hambre en el mundo. Desde 1990, cada informe anual ha mostrado una mejora en términos globales (en total, el hambre global se ha reducido un 39%). En la última década, más de 100 millones de personas han dejado de sufrir hambre.
El Sur de Asia y África subsahariana son las dos regiones más castigadas según el IGH, con puntuaciones que caen en la frontera entre una situación “seria” y una “alarmante”. La buena noticia es que estas dos regiones estaban claramente en la categoría de escenario alarmante en 2005, por lo que han visto una mejora. El peor componente del IGH en el Sur de Asia es la proporción de niños con un peso bajo, mientras que en África subsahariana es el porcentaje de gente desnutrida. Los países que más sufren la catástrofe que este indicador representa son Sudán del Sur, Comoros, Timor del Este, Eritrea y Burundi. En el otro lado del ranking (únicamente considerando los países que puntúan como “situación de hambre moderada” o peor), encontramos Mauritania, Tailandia, Albania, Colombia y China.
El hambre oculta: datos, causas y consecuencias
Si bien es muy importante la sistematización y publicación de estos datos, el informe de 2014 destaca por poner énfasis en la frecuentemente olvidada “hambre escondida”.
El hambre escondida es una forma de desnutrición que ocurre cuando el consumo de vitaminas y minerales esenciales es demasiado bajo para que un niño tenga una buena salud y desarrollo, y para que un adulto tenga una función física y mental normal.
Mientras 805 millones de personas en el mundo no consumen suficientes calorías al día, existen 2.000 millones que sufren deficiencia de micronutrientes o hambre oculta. África Subsahariana y el Sur Asiático vuelven a ser las dos regiones más castigadas por este problema. Cuantificar este fenómeno es complicado y requiere de información específica sobre cada micronutriente, hecho que topa con la falta de información y la inexistencia de consenso sobre cuál debe ser el consumo mínimo de algunos micronutrientes. Por ello, se usan variables instrumentales como el uso de la anemia para medir la deficiencia de hierro, aunque apuntando que sólo la mitad de ésta viene causada por falta de hierro.
Este tipo de hambre, aunque se concentre en los países en desarrollo, existe también en los países desarrollados. La clave está en comprender que la deficiencia de micronutrientes puede coexistir con un exceso de macronutrientes como grasas y carbohidratos. La deficiencia en el consumo de iodo, hierro y zinc son las más comunes. Las causas pueden ser varias: una dieta basada en un alimento básico como el arroz o maíz; una no equilibrada por falta de recursos o desconocimiento sobre nutrición; o una mala absorción de los micronutrientes debido a una infección o parásito. Las mujeres embarazadas y los niños son los más vulnerables ante el consumo deficiente de los minerales y vitaminas esenciales pudiendo resultar en graves anemias, daño en el desarrollo del feto, freno del desarrollo físico y mental de los niños…
Queda claro el efecto nocivo del hambre oculta en la salud física individual. No obstante, no se puede obviar el efecto dominó que este fenómeno tiene también en la comunidad y país donde prevalece. Las consecuencias en términos de salud pueden mellar fácilmente la productividad del individuo. Esto implica también una carga a nivel de país puesto que supone un gasto en cuidado sanitario y una pérdida de productividad.
Cuando las consecuencias del hambre oculta empiezan en la niñez, frenan la capacidad de aprender de los niños y condenan su futuro laboral, castigándolos a ellos como individuos y a la comunidad en que viven. Por ello, una consecuencia más de este fenómeno es la reproducción y perpetuación de la pobreza. El informe arroja un sorprendente dato en relación a esto: el Producto Interior Bruto (PIB) de los países en vías de desarrollo se reduce entre un 0.7 y un 2% debido a los costes económicos relacionados con esta forma de hambre. Se trata por supuesto de una estimación pero retrata el efecto devastador y transversal que tiene este fenómeno.
Propuestas frente al hambre oculta
Los autores del informe distinguen entre dos grupos de soluciones que deben tomarse frente a la deficiencia de micronutrientes. Por una parte, la diversificación de la dieta, la fortificación (con más nutrientes) de las comidas comerciales y la biofortificación de los conreos (con mayor contenido de nutriente). Estas son las propuestas directamente relacionadas con la comida producida y consumida que requieren un compromiso a largo plazo. Además, los gobiernos y organismos multinacionales deben asumir el compromiso de la lucha contra el hambre oculta fomentando la educación en la nutrición, impulsando una regulación que valore altamente la nutrición de los alimentos comerciales y haciendo un esfuerzo para recoger datos fiables y transparentes.
Foto de Portada: FMSC Distribution Partner – Swaziland (Fuente: My Starving Children vía Flickr)
Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.
[1] von Grebmer, K., A. Saltzman, E. Birol, D. Wiesmann, N. Prasai, S. Yin, Y. Yohannes, P. Mennon, J. Thompson, A. Sonntag. 2014. 2014 Global Hunger Index: The Challenge of Hidden Hunger. Washington, DC: International Food Policy Research Institute.
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