Casi 800 periodistas han muerto durante la última década en el ejercicio de su profesión. Esta cifra, en la que coinciden tanto Reporteros sin Fronteras como las Naciones Unidas, aumenta cada año. Una de las profesiones más bonitas se está convirtiendo en una de las más peligrosas del mundo. Detrás de cada suceso hay un comunicador que, en muchas ocasiones, arriesga su vida para hacer llegar al mundo una pincelada de realidad. De esta manera, a diario, nos llegan informaciones de los lugares más recónditos del planeta. Así conocemos la realidad de Daesh, la guerra civil en Siria, la crisis de los refugiados… en definitiva, las violaciones de derechos humanos en países de los cinco continentes.
¿Qué tienen en común José Couso oJames Foley? Ambos eran periodistas. Los dos acudieron al centro del huracán, a los conflictos más candentes del momento -Irak y Siria respectivamente- para informar sobre una realidad que para muchos parece muy lejana. Humanizaron conflictos deshumanizados por la distancia y fueron asesinados como consecuencia de su profesión. El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, dijo en 2013 con motivo del lanzamiento de la campaña “¿Un día sin noticias?” (A Day Without News?) que “cada periodista asesinado es una voz perdida”, un altavoz que se apaga. Los datos lo dejan claro: el mundo, la sociedad en su conjunto, pierde altavoces vitales que dan voz a los que no pueden -porque no les dejan- hablar. Con cada comunicador caído un pedacito de libertad de prensa y expresión se evapora de la faz de la tierra.
El estado de la libertad de expresión en el mundo, de un vistazo
Balance de asesinatos, secuestros y detenciones en 2015
Puede que comparado con los 59,5 millones de personas desplazadas por la guerra estimadas por ACNUR a finales de 2014 -de fallecidos ya ni hablamos- la cifra de 110 periodistas asesinados en el mundo el año pasado parezca un dato insignificante. Sin embargo, estas cifras recopiladas por la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) están cargadas de significado: más de cien profesionales de la información fueron ejecutados por el mero hecho de ser periodistas, simplemente por ejercer su profesión.
“Todos los días las voces de las noticias son silenciadas. Las cifras son sorprendentes, cada semana un periodista muere por hacer su trabajo”. Ban Ki-Moon.
Si cada semana muere un comunicador por desarrollar su profesión, cada semana desaparece una pequeña voz que da vida a la libertad de expresión y prensa en el mundo. De las 110 personas de las que habla el balance de RSF, 77 fueron asesinadas por el mero hecho de ser periodistas, sin más: 49 fueron clasificados como blancos deliberados y 18 estaban trabajando -cubriendo una noticia, reportando- en el preciso momento de su muerte.
De las 43 muertes restantes no se conoce el motivo. Según RSF este desconocimiento se debe a la falta de investigaciones oficiales imparciales y exhaustivas, la mala voluntad de los Estados y la dificultad de investigar en zonas donde la situación es inestable o que están al margen de la ley. El caos sobre el terreno provoca un desconocimiento y una falta de impunidad insostenible que agrava la situación de indefensión en la que se encuentran los trabajadores de la información en el mundo entero.
A pesar de lo que los datos fuera de contexto nos puedan sugerir, tan sólo el 36% de estos asesinatos se produjo en zona de conflicto. Esto es, el 64% de las ejecuciones de periodistas en el mundo se llevaron a cabo fuera de conflicto, es decir, en lugares donde no hay -o supuestamente no debería haber- guerra.
“Los periodistas ya no estamos en primera línea, somos la primera línea”. Sue Turton, Al Jazeera.
RSF denuncia que, cada vez más, se ejerce una violencia deliberada y mortal contra los trabajadores de los medios de comunicación. Si a las cifras les sumamos los veintisiete periodistas-ciudadanos y los siete colaboradores asesinados, aumenta a 787 los reporteros asesinados debido a su profesión desde 2005.
Y a esto le sumamos las detenciones y secuestros…
El último año, al igual que la última década, han sido 365 días sin “buenas noticias” para los periodistas. A las cifras de asesinados hay que sumarle los 153 periodistas retenidos en prisiones de todo el mundo y los 54 tomados como rehenes.
Las detenciones de profesionales de los medios de comunicación no es nada nuevo. Los veintitrés presos en China y los veintidós en Egipto se suman a la lista de violaciones de derechos humanos -sobre todo contra la libertad de expresión y prensa- que sufren los comunicadores -y la población en general- en estos países. Periodistas como Gao Yu o Liu Wei permanecen detenidas en China por, según el gobierno del gigante asiático, “difundir secretos de Estado”. Para los defensores de los derechos humanos Yu y Wei tan solo son culpables “de hacer su trabajo de manera profesional y con sentido del deber”, tal y como señaló Benjamin Ismaïl, responsable de Reporteros Sin Fronteras para Asia y el Pacífico.
Como hemos visto, Egipto se erige como una de las grandes cárceles de periodistas del mundo y el gobierno de Al Sissi no hace nada para evitarlo, es más, lo fomenta. Un gran porcentaje de periodistas y blogueros encarcelados han sido acusados de apoyar a organizaciones prohibidas, incitar a la violencia y difundir informaciones falsas. La nueva ley antiterrorista aprobada el agosto pasado hace que estas acusaciones sean más sencillas de llevarse a cabo. Con ella la libertad de información sufre un grave retroceso ya que los reporteros que no difundan la versión oficial -es decir, la gubernamental- tras un atentado se exponen a multas de entre veintiséis mil y sesenta y cuatro mil euros.
Irán se queda a un preso de Egipto, con dieciocho profesionales de la comunicación detenidos. Nos encontramos con otra gran cárcel de periodistas, a los que hay quesumar veinte blogueros condenados por difundir información que era del agrado del gobierno. El cambio prometido por el nuevo gobierno iraní aún no se ha llevado a cabo -y tal vez nunca suceda. Las redes sociales, blogs y webs informativas sufren un acoso y derribo diario por parte de las fuerzas de inteligencia y el gobierno. Además, las condenas de los informadores no solo se caracterizan por la prisión, sino por su acompañamiento con latigazos.
El resto de periodistas encarcelados se extiende por diferentes países del mundo, de los que llaman la atención Eritrea (15) y Turquía (9). El país africano -donde en 2015 no se produjo ningún asesinato- cuenta, además, con cuatro colaboradores de medios de comunicación en prisión. Las condiciones de los periodistas eritreos son lamentables: los únicos medios permitidos son los gubernamentales y todo aquel que se salga de la línea de mensaje es encarcelado o atacado -incluso en el extranjero.
Turquía, por su parte, es un caso al que hay que prestar atención: los recortes de las libertades de prensa y expresión han aumentado en 2015. Además el acoso judicial al que se enfrentan los periodistas aumenta por momentos: en pocos meses once periodistas fueron procesado por insultar al presidente Erdogan y, que se sepa, casi una veintena fue investigada.
“Me preocupa mucho que no se logre reducir la frecuencia y la magnitud de la violencia dirigida contra los periodistas, así como la impunidad casi absoluta de ese tipo de crímenes”. Ban Ki-Moon
Una violencia que en 2015 se saldó concincuenta y cuatro reporteros tomados como rehenes simplemente por hacer su trabajo –tres de ellos españoles-. Parece que en los grandes focos de conflicto como Siria, Yemen o Irak no gusta que los periodistas husmeen y saquen a la luz detalles escabrosos. En estos países, junto con Libia, se produjeron los raptos de reporteros el año pasado. El secuestro se utiliza, por tanto, como arma disuasoria para lanzar ese mensaje de “no vengas a contar lo que ocurre aquí porque a lo mejor no sales de una pieza”.
La impunidad reina en los crímenes contra periodistas
Una lectura de las cifras demuestra el profundo fracaso de las iniciativas tomadas para proteger a los periodistas. A pesar que desde las Naciones Unidas -en específico la UNESCO- llevan años intentando luchar contra la impunidad que se ha instalado en torno a aquellos que cometen crímenes contra los trabajadores de los medios de comunicación, nada parece surtir efecto.
Tal y como recoge la Resolución A/RES/68/163 del Consejo de Seguridad de la ONU, el dos de noviembre es el día internacional para acabar contra la impunidad por crímenes contra periodistas. Esta resolución pide a los estados que implementen una serie de medidas para acabar con el miedo a informar. Sin embargo, vistas las cifras, no todos los países se toman en serio la labor de protección y ajusticiamiento de los criminales. Según datos de la UNESCO solo el 6% de los crímenes cometidos desde 2006 han sido resueltos, lo que supone un número irrisorio.
Ante la inmovilidad de los estados, Reporteros Sin Fronteras ha hecho una serie de recomendaciones tanto a Ban Ki-Moon como al Consejo de Seguridad y la Asamblea General de las Naciones Unidas. Entre ellas se encuentra la creación de un puesto de representante especial del Secretario General de la ONU para la protección de periodistas. Esta figura tendría peso político y se encargaría de velar por la seguridad y los derechos de los reporteros en la organización. Además, RSF piden al Consejo de Seguridad que acuda a la Corte Penal Internacional cada vez que se comentan crímenes de guerra contra periodistas.
Hay una cosa que debemos dejar claro: la impunidad no solo reina en tiempos de guerra. No solo los conflictos como Siria o Irak se cobran las vidas de periodistas. En algunas partes del mundo es tan peligroso cubrir un enfrentamiento armado como denunciar abusos contra indígenas o catástrofes medioambientales. El Comité para Proteger a los Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés) lo deja claro: la clave del fin de la impunidad radica en la presión internacional.
http://www.unitedexplanations.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario