IKEA y los presos políticos de la RDA
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La publicística anticapitalista exprime a conciencia en la Opinión Pública una y otra vez, una y otra vez, cada uno de los lugares comunes de las peores prácticas de la economía de libre empresa. Si la multinacional en cuestión es yanqui, el eco de esa denuncia a todas partes y bajo todas las formas en el tiempo y en el espacio llega, hasta hacerse acervo común de la Humanidad, aunque la milagrosa presidencia deObama ha logrado, a este respecto, el casual paréntesis del antiamericanismo más grosero. Apabulla así el anticapitalismo la mayoría de las conciencias, y sobre todo de las inconsciencias, a través de las que los ciudadanos que siguen de lejos el debate de las Ideas elaboran su difusa concepción del mundo. A cambio apenas son conocidas las más inmorales gestas que los distintos colectivismos totalitarios perpetraron y perpetran. Y cuando los conocemos, espuma de un día, pasan desapercibidos y en nada permean e impregnan con su sentido las conciencias.
Así acaba de ocurrir con la excepcional revelación de que la multinacional sueca IKEA, flor y gala de la socialdemocracia de rostro más humano, fabricó muebles en cárceles de la Alemania comunista. IKEA ha pedido públicamente perdón, reconociendo esa práctica. El escándalo se destapó cuando antiguos presos en la RDA declararon haber sido obligados a producir en la cárcel artículos para IKEA. Hemos sabido así que la compañía sueca suscribió ¡en 1987!, sólo 2 años antes de la Caída del Muro –el mismo que millones de occidentales siguen creyendo que lo construyeron las potencias capitalistas-, un acuerdo con las autoridades de la RDA en virtud del cual intervinieron en la producción de sus artículos… presos políticos germanoorientales.
¿Qué bonita historia, verdad? Es toda como una secuencia que completara la legendaria Uno, dos, tres de Billy Wilder. Se revela de esta manera, más allá de albóndigas y tartas dudosas, el origen de algunos de esos muebles que adornan hoy tantas casas. Qué tonelada de dolientes e indignados artículos, poemas, libros, canciones, películas podrían con esa hazaña por la emancipación del género humano –y por esa plusvalía arrancada a los presos políticos- llevada a cabo por los capitostes comunistas podrían, para conocimiento público, hacerse, ¿verdad? No se preocupen los furibundos anticapitalistas: no se harán. Verdaderamente no se entiende la pervivencia de las sociedades abiertas basadas en la iniciativa individual. Eppur, si muove.
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